domingo, 28 de junio de 2009

Lovecraft: La experiencia del horror.




Creo que afronté con demasiados prejuicios la lectura de “En las montañas de la locura”. Mi escasa afición por la literatura de terror, la inevitable sensación de que Lovecraft no deja de ser un escritor de segunda categoría y la sombra de Poe, que parece rondar por toda la narración, fueron condicionando la lectura cuya primera parte soporté incluso con gusto para acabar en estado de confusión y hasta aburrimiento.

Con prejuicios o sin ellos, el referente de Poe y su alucinante “Narración de Arthur Gordon Pym” se convierte en un lastre considerable por una pretensión del autor en la que, a mi entender, fracasa. Hay algo más que un homenaje con referencias puntuales, sospecho que Lovecraft quiso llegar allí donde el maestro cortó de manera abrupta. Lo que en Poe es una genialidad intencionada, sobrecogedora fantasía interrumpida que sugiere la progresiva demencia del narrador, se convierte en Lovecraft en un digno relato de aventuras en el que la fascinación va dejando paso a la monotonía, en el que el horror no acaba de provocar esa sensación de belleza intensa que poseen los relatos de Poe.

La injusticia radica en empeñarse en comparar, no era necesario y en realidad hay cosas en la obra de Lovecraft que me resultan muy atractivas. Sobre todo la creación de un mundo personal y reconocible en el que una serie de monstruos, hallazgo genial de una mitología propia, encarnan la amenaza desconocida y horrible. No sé si han leído ese ensayo magistral de Eugenio Trías, “Lo bello y lo siniestro”; dice Trías que la belleza es apenas un velo que oculta, parafraseando al propio Lovecraft, lo innombrable. La normalidad en la que vivimos deja entrever, a poco que nos fijemos, aquello que puede dañarnos. El horror estaba oculto en “las montañas de la locura” pero es inevitable que lo siniestro acabe irrumpiendo con toda su fuerza para que conozcamos la desgarradora realidad.

Dicen que Lovecraft estaba obsesionado con la impureza, que detestaba toda mezcla como síntoma de degeneración y de ahí esos extraños híbridos que pueblan su obra. Si Lovecraft ya me resultaba poco interesante, el que fuera un reaccionario que sublimaba sus obsesiones de pureza racial me lo hace todavía más antipático; sin embargo creo que en la narración que comentamos está el Lovecraft más trascendente, probablemente también proyectando su propia realidad miserable tratando de, al menos, hacerla soportable. Los científicos de la expedición no son sino entes insignificantes ante las dimensiones de un mundo desconocido y terrible, un universo amenazante en el que nuestras pobres preocupaciones apenas suponen nada.

Un escritor solitario, agobiado por un entorno hostil y con la necesidad de exorcizar sus numerosos demonios tenía que crear por fuerza una obra de imaginación desbordante. Pero es como si dispusiera de un extraordinario material que no acaba convertirse en obra de arte por la carencia de recursos formales. Lovecraft, al menos en esta obra, deja de lado la trama con la que había empezado a inquietar al lector para perderse en la descripción de un escenario barroco. Allí solo podremos asistir a la impotencia del autor para expresar lo inexpresable: el horror absoluto.

sábado, 27 de junio de 2009

Lovecraft revisitado




La sensación de que Howard Phillips Lovecraft no fue justamente tratado en la última edición de la tertulia no deja de atormentarme. Incluso me imagino a Chtulhu revolviéndose en su tumba de la ciudad sumergida de Ry'leh. También es cierto que no se juzgó (quizás el empleo del verbo juzgar sea excesivo, mejor valorar o tratar) la totalidad de la obra del escritor de Providence, sino una de sus novelas cortas, en concreto En las montañas de la locura.

Lovecraft bebe de dos fuentes principales, cosa que no quiere decir que no las amplíe o les dé su toque personal, como así es. Me refiero a dos escritores esenciales en la literatura gótica del siglo XIX: Machen i Poe. De Poe saca esa fascinación macabra por las tumbas i los cementerios y de Machen la atracción por lugares sagrados, aracaicos y llenos de vida propia donde los antiguos dioses todavía campan a sus anchas, seres malignos que no dudan en perturbar y socavar las almas humanas. Por contra, mientras Machen habla de dioses paganos de origen celta o incluso romano y pobla los bosques de faunos y de duendes, Lovecraft crea su propia mitología trayendo del espacio exterior, desde los abismos del tiempo y del espacio, seres indescriptibles que poblaron la Tierra hace eones y que crearon a los seres humanos como una especie de subproducto de sus investigaciones genéticas en busca de los esclavos perfectos.

Lovecraft no escribe solamente sobre ese terror cósmico que intenta infundir en la mente de los pobres humanos, capaces de enloquecer ante el más mínimo atisbo de la verdad sobre su origen y su destino. Obsesionado por la degeneración de la raza mezcla a algunos de sus atribulados personajes con una especie de monos provenientes del corazón de África (Arthur Jermyn) o con anfibios habitantes de las profundidades marinas (La sombra sobre Insmouth). Es el protagonista de turno el que investiga en su pasado hasta encontrar las ramas de la familia degeneradas y acaba por darse cuenta de que su sangre también está contaminada. Presumiblemente esta fijación por la pureza (que ha llevado a alguno de sus críticos a calificarlo de racista) viene de su idea de que la independencia de los Estados Unidos no debería haberse producido y a él le gustaba seguir considerándose británico, descendiente de los primeros pobladores europeos de Nueva Inglaterra que intentaron imponer a la tierra sus costumbres acallando los espíritus ancestrales que allí pudieron habitar miles de años atrás.

Por lo que respecta en concreto a En las montañas de la locura, reconozco que la relectura quince años después me ha mostrado unos defectos que antes no había notado, apagados por ese sentido de la maravilla que me impregnó en su momento. Razas extraterrestres poderosas y antiguas, una ciudad maravillosa enterrada en el hielo, misteriosos y sangrientos crímenes, seres degenerados hasta límites insospechados, creaciones de pesadilla que resultaban imposibles de describir... De todo esto sigue habiendo en la novela de Lovecraft, pero aderezados con disparates científicos de primer orden (la forma que tiene de contar por millones y millones de años se me hace un tanto confusa a la hora de datar los acontecimientos, la imposibilidad de la permanencia de la ciudad todavía después de tanto cambio geológico, la forma en la que los protagonistas interpretan los frisos de forma tan sencilla, la forma en la que reviven los Antiguos congelados después de cientos de millones de años...). También se le puede reprochar a Lovecraft que no haya anticipado ningún avance tecnológico para esa extraordinaria civilización que prácticamente no utilizaba aparatos manufacturados (incluso viajaban por la inmensidad del espacio gracias a sus alas) a excepción de la mencionada calefacción; incluso grababan su historia en las paredes (que por cierto mostraban la degeneración conforme avanzaba el tiempo de los Antiguos, reflejada en su forma de esculpir). En parte éste es el motivo por el que no considero a Lovecraft un escritor de ciencia ficción, por su incapacidad para dotar a sus culturas galácticas de algún tipo de tecnología plausible. No le interesa eso, ni mucho menos, solamente le preocupa la forma en la que su narración afecte a la psique del lector, intentando despertar miedos ancestrales y ocultos dentro de la mente humana desde que un desconocido hombre de la edad de piedra contase el primer cuento de terror en una oscura noche con toda la tribu reunidad alrededor de una fogata. Para ello se basa en un estilo recargado y repetitivo que ahora en los albores del siglo XXI resulta cansado y un tanto desfasado.

Mencionar por último que En las montañas de la locura es un homenaje explícito a la novela de Edgar Allan Poe (por cierto su única obra más o menos larga) Narración de Arthur Gordon Pym, cuyo final transcurre en la Antártida y los protagonistas vislumbran un extraño ente blanco que aparece entre la bruma producida por un gigantesca cascada, al que Lovecraft relaciona con un Soggoth, esos esclavos protoplasmáticos creados como herramientas de trabajo capaces de adaptarse a cualquier tarea exigida cambiando de forma. Como curiosidad decir que el escritor francés Jules Verne también escribió una secuela de la novela de Poe titulada La esfinge de los hielos.

Como conclusión final decir que yo sigo reinvidicando a Lovecraft como un escritor válido (a pesar de sus fallos mucho de ellos fruto del paso del tiempo de su obra) al que pienso seguir leyendo. Valga como prueba de su importancia le legión de seguidores que ha dejado en todo el mundo, muchos de ellos escritores que lo han homenajeado en alguna obra basándose en la imaginaria mitología de H. P. Lovecraft. Además se nota la influencia del escritor de Nueva Inglaterra no sólo en las letras sino también, y con gran fuerza, en el celuloide, donde los filmes inspirados en su obra son centenares (y posiblemente no exagero). Valgan aquí algunos ejemplos:

La cosa, John Carpenter (1982)
Re-animator, Stuart Gordon (1985)
Posesión infernal, Sam Raimi (1982)
En la boca del miedo, John Carpenter (1995)
Alien vs Predator (2004)
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Javi Bataller

viernes, 26 de junio de 2009

Lovecraft suspendido en la décima tertulia

En efecto, los contertulios decidieron que el estilo recargado y la fantasía mitológica y llena de fallos científicos no merecían figurar entre los libros destacados de la tertulia. Con la presencia de Juanfe, Javi, Joan, Elvira (que calificaron la obra con un 5), Manuel y Rafa (estos dos últimos la suspendieron con un 4)En las montañas de la locura obtuvo un 4'67 en la décima tertulia.
También se decidió que La sonata à Kreutzer de Lev Tolstoi y Pantaleón y las visitadoras de Mario Vargas Llosa protagonizasen la tertulia de septiembre que, en efecto, SERÁ DOBLE.
Se eligió un tercer libro Balzac y la pequeña costurera china del escritor chino afincado en Francia Dai Sijie, presumiblemente para la tertulia de octubre.
¡Disfrutad del verano y de la lectura!

Mario Vargas Llosa

Lev Tolstoi

Dai Sijie