lunes, 30 de noviembre de 2009

Todo debe cambiar....Escepticismo siciliano





En uno de los comentarios que hice en este nuestro blog, hablando de posibles escritores que podríamos considerar en la tertulia, nombraba casi oponiéndolos a Sciascia y Celine. En realidad se trataba de ilustrar mi proposición con un escritor italiano y otro francés, pero no caí en la cuenta de que, al menos en apariencia, son profundamente antagónicos y que acertaba al situarlos como representantes de dos actitudes ante la vida totalmente disímiles. Sciascia se negaba en rotundo, al menos eso decía él, a leer al colaboracionista Celine por razones políticas y morales. Debemos perdonárselo, el italiano llegó a creer, allá por sus tiempos de comunista activo, que el mundo podía cambiar incluso a mejor.

Sin embargo hay algo que une a los dos extraordinarios escritores, ambos se sentían seducidos por esa obra a veces maltratada que es “El gatopardo”, de Tomaso di Lampedusa. Desde posiciones diferentes, claro; Sciascia consideraba que Lampedusa pretendía desactivar cualquier esperanza de cambio, provocaba inacción y conformismo. Con el paso del tiempo, el viejo y enfermo escritor siciliano acabó contagiado de ese pesimismo vital que caracteriza a los de su tierra y nos damos cuenta, sin demasiada sorpresa, que el escepticismo de Celine no quedaba tan alejado del último Sciascia.

El culpable de tan triste y lúcida estirpe es el Príncipe de Salina, uno de mis personajes favoritos, incomparable en la impresionante presencia de Burt Lancaster. Salina es el mejor ejemplo del antihéroe, su concepción trágica del mundo no supone una respuesta heroica, no es una respuesta con la determinación del que defiende los valores de la sociedad en que vive. Pero esto no significa que sea una personalidad decadente, es verdad que es hijo de una tradición en trance de desaparecer, sin embargo no moverá un dedo por defenderla porque posee la cualidad de la lucidez. El estoicismo del mundo clásico tiene en Salina al último de sus representantes, el último porque se ha quedado solo, entre sus congéneres esa gloriosa tradición ya no existe y Salina se irrita con ellos por la cortedad de miras que muestran. Acaba convirtiéndose en un outsider al que repugna el presente, añora su pasado e intuye el porvenir. Su actitud nace del orgullo ante su superioridad y de la ironía del que no se cree el mundo en el que vive.

Me admira particularmente la posición distanciada ante lo que está ocurriendo. Dice Carlo Ginzburg que el extrañamiento, la distancia, es el único medio de superar las apariencias o de alcanzar una comprensión más profunda de la realidad. Salina ha comprendido que todo debe cambiar para que nada cambie, pero ni respeta ni comparte la voluntad de poder de los nuevos administradores, como su sobrino Tancredo y, desde luego, desprecia a esa nueva burguesía representada por Calógero basada en la especulación rural.

La escena del baile, maravillosamente escenificada en la película de Visconti, es una de las más hermosas e íntimamente emocionantes que he visto. El príncipe ha aprendido de los acontecimientos reforzando su talante escéptico y estoico, afianzando su sensación de desplazamiento. Es el distanciamiento lo que le proporciona serenidad y la lucidez de comprender que es un personaje del pasado, alguien que ya no encaja en el presente asumiendo su fin con enorme dignidad.

Esa misma dignidad la tienen los protagonistas de las novelas de Sciascia, aquello que tanto agradaba a Vázquez Montalbán: tal vez no haya demasiadas posibilidades de cambiar el mundo pero el mundo no va a librarse de que denunciemos el asco que nos produce.

martes, 24 de noviembre de 2009

La máquina del tiempo 100 años después




Se ha rumoreado la posibilidad de que una de las propuestas para la primera tertulia de 2010 sea La máquina del tiempo, de Herbert George Wells, publicada por primera vez en 1895. Cien años después se le propuso al escritor, también británico, Stephen Baxter escribir una continuación. Baxter aceptó el reto y escribió Las naves del tiempo.
El punto de arranque de esta novela se sitúa en el intento del Viajero de regresar al futuro y salvar a Weena de la muerte en el bosque en llamas. Su asombro es mayúsculo cuando llega a un lugar totalmente cambiado con respecto a sus recuerdos. La oscuridad es total, el Sol no sale nunca, y sólo viven morlocks en ese mundo. Prontamente el Viajero descubre que el hecho de que el relato de sus viajes fuese publicado en su época original ha modificado la realidad y cambiado el futuro. La Tierra se ha convertido en un mundo guardería para los niños morlocks. El resto se ha trasladado a la esfera que ocupando la órbita de Venus envuelve el Sol. Los morlocks han creado allí una sociedad utópica y tolerante donde no han olvidado adaptar lugares específicos para las distintas variantes que los milenios han creado en la humanidad.
Esta idea de una esfera de Dyson no es nueva dentro de la ciencia ficción. Esta construcción más qu faraónica supone de una vez por todas acabar con el problema del espacio. Se trata de construir una esfera alrededor del Sol y ocupar toda la superficie interior. Pero como a los morlocks no les va la luz solar ocupan la estructura interior y la superficie que da al vacío sideral.
Nuestro Viajero consigue engañar a uno de los morlocks para que lo devuelva a la superficie de la Tierra y recuperar allí su vieja máquina del tiempo. En todo caso, el morlock llamado Nebogipfel se le une en la aventura como polizón de la máquina.
El Viajero cree que al cambiar el futuro ha provocado la muerte de toda la gente que habría podido ser si él no se hubiese puesto a jugar con el tiempo. Así, con ese cargo de conciencia decide visitarse así mismo en el pasado y convencer a su yo más joven para que no construya la máquina. Pero las cosas no son tan fáciles como él se esperaba. El Londres al que regresa no es él mismo que él conocía. La guerra contra los alemanes se prolonga año tras año y las máquinas del tiempo son utilizadas por los dos bandos como arma en la guerra, pretendiendo cambiar el pasado siempre que la suerte de la guerra no les corresponde.
Las aventuras no acaban ahí, pues el Viajero y el morlock Nebogipfel todavía tienen que correr mil peripecias conociendo al matemático Kurt Gödel, viajando al Pleistoceno, cambiando totalmente la historia del planeta y viajando a un futuro tan lejano en el que el Universo vuelve a contraerse y un nuevo big bang les espera.
Las naves del tiempo no es una mala novela, pero es larga, cosa que implica una sucesión de altibajos en la trama y en la acción. Su longitud y su poca disponibilidad son en cambio los argumentos que me impiden proponerla. Por si acaso alguien tiene curiosidad y la encuentra...todavía me he guardado muchas sorpresas por desvelar.


Javi

martes, 3 de noviembre de 2009

Pigmalión reeducado. Sobre Balzac y la joven costurera china


Balzac y la joven costurera china presenta varios niveles de lectura, todos ricos en detalles e interpretaciones. En un primer plano y quizás por ello en el nivel más intenso, asistimos al triángulo amoroso entre los dos jóvenes (prácticamente todavía adolescentes)y la en un principio "vulgar" (por su falta de educación)hija del sastre. Luo, el más tirado para adelante, oficia de particular Pigmalión con la costurera pero de forma totalmente interesada, porque educándola conseguría hacerla digna de su condición de intelectual hijo de un dentista. Su amigo, el narrador, asiste dejándose llevar por la corriente de los acontecimientos la relación entre ambos, viviendo por medio de Luo lo que a él le hubiese gustado. En cambio él es finalmente el que "limpia" la escena del delito cometido por Luo. La costurera opta después de su aborto por alejarse de ambos, quizás después de que Luo y compañía cumpliesen demasiado a la perfección su labor educadora.
En segundo lugar aparece la situación de China al final de la década de los sesanta. La Revolución Cultural de Mao y su política de reeducación llevan a un pueblo de las montañas a los dos protagonistas. No podemos esperar que Dai Sijie trate con ecuanimidad y objetividad la situación, pues él mismo pasó por un exilio involuntario semejante. No hablamos de pasar un verano trabajando en un pintoresco pueblecito, sino de una situación de la que solamente salía uno entre mil. Y por ser hijo de supuestos enemigos del pueblo, intelectuales dicho con todo el desprecio. ¿De verdad quería Mao diluir a todos aquellos capaces de pensar y poner en tela de juicio su política? Supongo que la medida de la reeducación no se debía solamente a motivos tan débiles, pero quizás a mí se me escapa algo. ¿Una vuelta a las virtudes ancestrales del pueblo chino eminentemente campesino? Pocas virtudes extraen los dos jóvenes del tiempo pasado en el campo, pues en ningún momento sienten deseos de integrarse, de dar la mínima oportunidad al lugar en el que están obligados a vivir. Caso diferente es el de su vecino Cuatroojos, que para salir de allí está dispuesto a ser uno más e incluso a pasar por la prueba de virilidad de beber la sangre del búfalo.
Luego impregnándolo todo está ese gusto por la lectura que los lleva engañar y a robar para conseguir los libros, suponiendo una transgresión, una travesura, una negación de la propia fundamentación de la reeducación. La habilidad para la transmisión oral de historias (ya sea cogidas de libros o de películas norcoreanas) es la mejor cualidad que en principio ellos tienen para destacar en su nuevo mundo rural, para intercambiar por días libres, engatusar jóvenes chinas o entretener a padres de amantes. Luego es la capacidad de Luo para arreglar muelas (como si de una herencia transmitida por su padre se tratse) es la que los saca de uno de los líos. Y en primer lugar fue la capacidad de Luo para inventar historias la que salva el violín. Luo que casi siempre lleva la iniciativa, Luo que se lleva a la chica, Ma (que así se llama el narrador, aunque este nombre lo he sacado de otra novela de Dai Sijie Una noche sin luna en la que también es uno de los protagonistas)el fiel amigo que en ausencia del otro arregla sus problemas.
La marcha de la sastrecilla supone la ruptura con todo. En una pataleta queman los libros y el violín. El fuego purificador. Empieza una nueva era, pero sin la modista.
Dai Sijie quiere mostrar con fueza su ruptura con su etapa china escribiendo en francés y mostrando su admiración por los escritores occidentales (fundamentalmente fraceses, Balzac y Dumas). Pese a todo me parece una obra muy bien escrita, emotiva y también interesante. Puedes entender algunos actos de los protagonistas, pero sin conseguir una identificación plena con ellos. No creo que sea una obra menor dentro la literatura universal, tampoco un clásico que perdurará a través de los siglos (no nos engañemos, eso no es fácil de conseguir), pero sí que la incluiría dentro del 20 % mejor de los últimos treinta años. Desde luego que es mejor que la otra obra de Sijie que he leído: Una noche sin Luna, novela cuyo argumento se diluye dentro de un sinfín de historias que encierran otras historias y cuyo final se me antoja muy flojo.

Javi

lunes, 2 de noviembre de 2009

La virtud del cuento


Conocía el título. “Balzac y la joven costurera china”. Un título sugerente, con tintes exóticos, surrealista en su formulación. ¿Qué tiene que ver, a primera vista, el novelista francés con una humilde trabajadora oriental?¿Qué relación podía guardar un paraguas y una máquina de coser dispuestas sobre una mesa de operaciones, ejemplo programático de la perfecta imagen surrealista que Breton y sus adláteres incluyeron en su manifiesto?…

No recuerdo si me sonaba por la novela o por la adaptación cinematográfica del propio autor, pero lo cierto es que no podía evitar asociarlo, en mi ignorancia, a una narración histórica, al estilo de “La muchacha de la perla”, una novela que desvelara un episodio poco conocido y suficientemente extraño del novelista francés en una supuesta visita a China o la posibilidad de una affaire parisino del autor de la Comedia humana con una bella exiliada de ojos rasgados y modales exquisitamente tímidos.

Nada de eso. La novela me recibe con dos anécdotas asociadas a dos inventos de la civilización. Leo cómo dos jóvenes chinos siguen el camino del ostracismo y la reeducación durante la revolución cultural de la República Popular de Mao. Dos adolescentes que portan varios artilugios mágicos. El primero, un violín. Asombroso, y peligroso, puesto que, en sus cuerdas, pueden templarse armonías occidentales, prohibidas, contrarrevolucionarias, aunque convenientemente camufladas como mensajes de amistad de Mozart hacia el Gran Timonel. El segundo, por su parte, resulta ser más prosaico y, sin embargo, más útil, especialmente para el jefe de la aldea. Se trata de un despertador del tamaño de una mano en cuyo centro un gallo no dejaba de picotear segundos. La fascinación por este aparato atrapa al jefe de la aldea, que cobrará conciencia de que la jornada laboral puede determinarse con independencia de la salida del sol, gracias a una máquina mágica que dos malos camaradas traen consigo.

A partir de aquí, el lector se siente intrigado por la vida que dos muchachos procedentes de la ciudad, hijos de médicos, en el caso de Ma; y de un dentista que manipuló las muelas de Mao, en el caso de Luo, la existencia que, digo, estos dos exiliados pueden llevar como individuos insolidarios con la Revolución que deben meditar sobre los principios del Libro Rojo mientras acarrean estiércol, comen patatas y vegetan en un lugar de resonancias legendarias, la montaña del Fénix del Cielo, cerca del Tibet.

Que la acción transcurra en 1973 no tiene mayor importancia, que el jefe de la aldea sea o crea ser comunista tampoco debe preocuparnos. De hecho, el contexto represivo no dista demasiado de cualquier sociedad feudal de siglos atrás. Nos encontramos en un microcosmos codificado por la literatura popular.

La novela podría iniciarse con la fórmula “Érase una vez…” porque la obra no deja de ser un cuento, complejo en su moraleja, pero cuento al fin y al cabo. Fijémonos.

Tenemos dos chicos explorando una tierra hostil y desconocida, como Hansel y Gretel o la legión de incautos que se han internado en bosques pavorosos desde que el mundo es mundo y se cuentan historias. Aparece también el rey malo, nuestro lacónico jefe de aldea, que representa el principio de autoridad; la princesa, nuestra “sastrecilla”, que, en la novela, es, efectivamente, mencionada como “la princesa de la montaña”; hay también un antagonista menor, Cuatrojos, en cuyo poder está el tesoro (la maleta con los libros). Por no falta, no faltan ni las pruebas de valentía, de iniciación: la visita al viejo molinero y su corte de piojos, la arriesgada travesía del paso de montañas que conduce a la aldea de la princesa, una Hero oriental, o la triste búsqueda de un médico que practique abortos ilegales… Si la novela cayese en manos de Propp seguramente la desmenuzaría a conciencia.

Así, el trasfondo político (que tanto nos gusta traer y llevar en nuestras tertulias) pierde fuelle. La narración pseudo biográfica de Dai Sijie traspasa el marco de la dictadura comunista que el escritor tuvo que padecer y se convierte en una reflexión sobre la literatura y su influencia en el ser humano. Incluso, más que de la literatura, que presenta los motivos más evidentes (los libros, los autores prohibidos), sería más acertado hablar de la ficción. Recordemos, por ejemplo, el episodio del cine. Ese melodrama norcoreano que Ma y Luo se encargan de ver y contar a toda la aldea, en una conmovedoramente simple demostración del poder de la ficción y la fabulación sobre todos nosotros. Magia. Mágico, al igual que los artilugios traídos por los urbanitas, aquel violín y aquel vulgar despertador. Más que dos mundos en contacto, el urbano y civilizado frente al rural y primitivo, esos aparatos, junto a la habilidad de narrar, representan los dones de nuestros héroes, atributos que los dotan de un aura irresistible.

De ahí, la relación clandestina con la sastrecilla, o la simpatía que despiertan en el viejo molinero, poseedor del acervo popular. A diferencia de Cuatrojos, personaje menos adaptado que Luo y Ma. El hijo de la poetisa carece de dones benéficos para la tribu. Lleva gafas, es torpe y débil. El narrador no duda en arrastrarlo por el fango, figurada y literalmente, cada vez que puede. Su función: ser el guardián del tesoro, el obstáculo que los protagonistas deben superar para alcanzar su objetivo.

Y en este punto, rompemos el hueso y llegamos al tuétano, los libro. Balzac. Juan pregunta, entre otras cosa, por qué la elección de Balzac en lugar de Gogol, qué función tiene la cita final del libro o por qué la quema de los libros… Sinceramente, no tengo respuesta a la primera. A bote pronto, diría que obedece a una elección arbitraria. También podría deberse a la inmersión cultural francesa del autor tras abandonar China. En cualquier caso, no sé en qué grado se debe a razones temáticas o ideológicas.

En cuanto a la cita final, muestra patente del magisterio de Luo en la sastrecilla, no anuncia nada bueno, en mi opinión. Especulemos sobre posibles futuros de una bella joven de extracción rural e imbuida de ilusiones burguesas en una gran ciudad. ¿Es posible que “triunfe” en la China de los años 70? Cuesta imaginarlo. Quizás me deje llevar por el pesimismo o crea en el romanticismo de la desilusión, pero apenas concibo un par de alternativas para la princesa de la montaña: un trabajo en un masificado taller textil, una accidentada estancia en un prostíbulo no pantaleonizado o, en el menos malo de los casos, una humillante vuelta a su aldea.

La quema de los libros, que no deja de ser una acertadísima ironía, argumentalmente encuentra su justificación en la rabia y el desengaño de Luo. El desenlace de la novela otorga al conjunto de la obra un extraordinario interés que –he de admitirlo- para mí se había perdido en algunos momentos. El iracundo desencanto de Luo y la luctuosa complicidad de Ma en el aborto de la sastrecilla difumina por completo la atmósfera cuasi sagrada con la que Sijie había ambientado la novela. Y, lógicamente, no me estoy refiriendo a las condiciones de vida de los protagonistas, sino a su idealismo exacerbado, su jovialidad y su inocencia. La literatura (Balzac, Víctor Hugo, Flaubert…) representa para ellos la libertad de pensamiento, la posibilidad de otra existencia. Y tal creencia es experimentada de forma radical. Los aboca al robo. La devoción adquiere tintes fetichistas (el pasaje de “Úrsula Mirouët” escrito en la chaqueta de Ma) y puede servir de catequesis civilizadora para la inculta costurera…

Sin embargo, esa iluminación de la joven resulta no ajustarse a las expectativas de su pigmalión. La muchacha decide libremente marcharse, sobre todo por que, gracias a la literatura, ha vislumbrado otra vida. Decide hacer efectiva su capacidad de elección.

Nos viene a la cabeza, cómo no, el mito de la caverna, o, si quisiéramos un referente “posmoderno”, Matrix. ¿Cuál es la existencia real? ¿La que hemos llevado hasta ahora? ¿La que intuimos en las sombras dibujadas por el fuego? La sastrecillo quiere averiguarlo.

Y si la joven ha aprendido una lección esperanzadora, tal vez ficticia, mediante la literatura, Luo y Ma, por su parte, han aprendido una dura lección impartida por la vida, el desamor. Caminos contrapuestos. Gran logro de Sijie.

Todo el mundo busca su libertad, pero cuando se trata de la libertad del otro nuestra tolerancia se pone a prueba. Esta idea cierra implícitamente “Desgracia”, de Coetze, y configura, junto a los efectos iluminadores de la literatura, la moraleja de este cuento-novela.

Metaliterariamente (perdón por el palabro) el prisma destella en varias direcciones. Un apunte: la ficción puede ser peligrosa, llegando a crear ilusiones irreales. Visto así, el viejo hidalgo y la joven costurera china parecen compartir aficiones y afecciones.



Manuel López

El cabellero y la muerte será la próxima novela de la tertulia



Efectivamente, El caballero y la muerte, que se puede adscribir dentro del marco de la novela policíaca, será la siguiente a tratar por el grupo de contertulios. Su autor el escritor italiano, más concretamente siciliano, Leonardo Sciasciascia. Otras obras de Sciascia son Todo modo, Apuñalamiento y Cándido o un sueño siciliano, porque al ser tan corta El caballero y la muerte a alguno de nosotros pueden entrarle ganas de leer otra novela del siciliano. Aún no se ha fijado la fecha, así que admito sugerencias. ¡Por cierto! ¡Yo ya la he leído!

Balzac y la pequeña costurera china pasa sin pena ni gloria por la tertulia


El pasado martes 27 de octubre la tertulia se reunió en el lugar de costumbre para hablar sobre la novela del escritor chino afincado en Francia (y que escribió esta obra en francés) Dai Sijie: "Balzac y la pequeña costurera china". La historia de amor (realmente un triángulo) entre el joven Luo que se reeducaba en el campo y la joven costurera realmente gustó, sólo que algunos miembros de la tertulia objetaron sobre el trato subjetivo que se hace en la obra de las ideas maoístas sobre la reeducación y la revolución cultural. A pesar de todo, la novela (que según el sentir general de la tertulia, al que yo particularmente no me adscribo, calificó como obra menor tanto dentro de la producción de Sijie como de la literatura en general) fue valorada con un 6'1. Como siempre invito a todos a expresar sus opiniones dentro del marco incomparable que es este blog.