sábado, 28 de junio de 2014

"El odiado", de Don Tracy: Un héroe con fisura.

Antes de encontrarme con Hammett y sus precisos retratos de la desesperanza y la podredumbre del capitalismo norteamericano, antes de adentrarme en los violentos itinerarios de parias del sistema que narra Jim Thompson, antes de admirar la lucidez y determinación de esos detectives cínicos y poco habladores, antes de saber, aunque solo fuera por aproximación, lo que era la novela negra.... yo conocí a “El odiado”.
Ni siquiera pertenece al periodo más fecundo de un género que alcanzaría sus mejores logros durante la Depresión, es la última y tardía novela de Don Tracy, clásico injustamente olvidado a pesar de ser autor de al menos dos obras más que rescatables. De talante claramente progresista -aunque muy crítico con el comunismo- en “El odiado”, escrita en los años sesenta, vuelve al tema del racismo que ya había tratado en la que se considera su mejor novela, “Cómo duerme la bestia”. Tracy construye un sólido relato a partir de la historia de un abogado alcohólico que vuelve a la ciudad de la que fue expulsado por su propia familia; allí se encargará, casi sin querer, de defender a una joven negra acusada de asesinato y de poner al descubierto el proceso de corrupción colectiva de una sociedad enferma.
Los géneros literarios nacidos con una vocación popular o de masas suelen ser bastante maltratados cuando se realizan consideraciones críticas. A mi modo de ver, un género es simplemente el marco que el escritor elige para elaborar su obra, dependerá del talento del autor que el resultado sea valioso. En el caso de la novela negra, es innegable que una serie de escritores notables asumieron un compromiso intelectual, la resistencia al fascismo, la dignidad frente a la furia reaccionaria que se había desatado en los Estados Unidos, y para ello utilizaron una serie de elementos de la cultura popular que servían a la perfección para el diagnóstico social. Sin la enorme categoría literaria de Hammett, la puesta en cuestión de una sociedad basada en la mentira y la represión hubiera resultado vacía. Tal vez la altura literaria de Don Tracy esté algo por debajo del autor de “La llave de cristal" pero no es en modo alguno despreciable, consigue poner al desnudo, en un momento en el que la segregación racial empezaba a ser cuestionada, la violencia extrema del poder y el desprecio de la mentalidad dominante por la dignidad humana.
La sociedad del desencanto y la quiebra de los valores morales es asumida en la novela de Tracy por un individuo errante, un off sider que se verá obligado a enfrentarse a la verdad de la comunidad en la que se educó. La crónica de esa verdad desnuda deviene en testimonio perturbador y revulsivo para una sociedad que está casi en los límites de la degradación. A partir de aquí solo queda la posibilidad de un proceso purificador que llevará a cabo un héroe insospechado, preparado para ello tras derrotar a sus propias debilidades.
Hay ciertas similitudes con las historias de regeneración que relata otro de los clásicos del género, David Goodis. En ambos nos encontramos un mundo violento y despiadado en el que el protagonista aparece condenado a una situación degradante, hasta que sufre algo así como una catarsis que lo convierte en el salvador de sí mismo y de quienes esperaban liberarse de algún tipo de tiranía. En “El odiado” es la comunidad negra la que vive sumida en el silencio y la opresión por el control de un cacique que maneja a su antojo la ley y a quienes deben cumplirla. Como he dicho, Tracy no es un comunista, el progresismo a la americana es el liberalismo de los padres fundadores que, sin duda, pensaron en un país socialmente libre y autónomo, sin privilegios ni oligarquías. La protección de la libertad individual y de los derechos básicos, la idea de progreso y mejora social, pueden resultar radicales para la América conservadora, pero están en el origen de los EEUU. El progresismo que defiende Tracy es el originario, el que ha sido desvirtuado en la América de los sesenta y precisa de la decisión firme del individuo, no de la estrategia de una organización política revolucionaria.
Estaremos más o menos de acuerdo con el posicionamiento de Tracy, con la mítica del héroe individual que no cree en ideologías colectivistas, pero eso no impide que el diagnóstico sea válido; la crónica despiadada de la sociedad nos llevará a soluciones que pueden ser diversas, pero ha conseguido un efecto poderoso, suscitar la indignación ante una realidad inaceptable. Como se está demostrando con el nuevo auge de la novela policial, el género negro es la excusa perfecta para profundizar en las cuestiones más sensibles de una sociedad en crisis; si Tracy denunciaba la mentalidad opresora de una oligarquía blanca que se resistía a reconocer iguales derechos para la población negra, hoy tenemos otras oligarquías que siguen queriendo transformar la ley en privilegio. Aunque la catarsis final de la que nos habla Tracy no creo que vaya a producirse con una ciudadanía acorbadada y a la espera de su particular redentor.