domingo, 15 de febrero de 2015

Kanikosen, de Takiji Kobayashi: Hacia el infierno.


Kanikosen -El pesquero- es una novela brutal, tan brutal como la forma en la que fue asesinado su autor por los perros guardianes del régimen japonés, encaminado hacia la dictadura militar. Kobayashi, escritor comunista, participante activo en revueltas obreras y huelgas campesinas, fue encarcelado y torturado hasta la muerte por su compromiso político y su labor constante de lucha contra la injusticia social, aunque fue la descarnada denuncia del capitalismo que expone “Kanikosen” lo que desencadenó su última detención y el posterior asesinato.

El Japón contemporáneo tiene una historia difícil, de compleja adaptación a los parámetros occidentales frente a la resistencia de una tradición cuestionada desde la Revolución Meiji. Durante los años veinte el sistema parlamentario, con dos partidos a la inglesa, funcionaba con instituciones formalmente democráticas pero bajo la amenaza de un movimiento obrero muy activo y cada vez más poderoso. El régimen liberal nunca acabará de estabilizarse y cuando el poder militar, nunca del todo sometido al poder civil, vaya imponiendo sus criterios de ultranacionalismo imperialista, la represión desencadenada por gobiernos semifascistas laminará las organizaciones de clase. En este contexto de agitación nacionalista y de salvaje represión policial caerá Kobayashi, el más difundido de los escritores proletarios japoneses, recuperado por sucesivas y exitosas reediciones de su novela más conocida.

Kobayashi relata en “El pesquero” las circunstancias y los hechos que llevan a una huelga de trabajadores, con ciertas similitudes con la famosa sublevación del Potenkim, o como ha dicho algún crítico, la versión japonesa de “Las uvas de la ira”. En este caso no se trata de un buque de guerra sino de un simple barco de pesca, uno de los muchos cangrejeros que navegaban por las costas de Khamchatka, supuestamente protegidos por la Armada imperial para impedir ataques de los rusos. Sometidos a una explotación sin límites por el patrón, los marineros acabarán rebelándose impulsados por el ejemplo de sus camaradas soviéticos. No es difícil ver en el patrón, el capitán y los oficiales japoneses a los representantes del capitalismo más despiadado, agentes de la oligarquía japonesa que concentraba cada vez más riqueza a costa del trabajo casi esclavista de la clase obrera.

La descripción de las condiciones de vida en el barco es estremecedora, desde el primer momento sabemos, como afirman dos de los desgraciados que van a ser embarcados, que “vamos hacia el infierno”. Así es, la explotación de marineros y estudiantes reclutados para el trabajo, asemeja los castigos del más profundo de los círculos del infierno. No es la carne que ha de servir de alimento lo que provoca la rebelión proletaria, como en el Potemkin, son los propios trabajadores los que se pudren impregnados del jugo de los cangrejos y devorados por piojos y pulgas. La crudeza de las condiciones inhumanas que soporta la tripulación está narrada por Kobayashi con una agilidad y eficacia que hacen de Kanikosen una obra excepcional, un descubrimiento.

Es la novela de un joven escritor comunista, realizada hace ochenta años y que nos remite a pescadores de cangrejos en el mar de Ojotsk; ciertamente no parece que se den muchos motivos para que se convirtiera en un éxito editorial. Y sin embargo los hay, la situación actual de la clase obrera puede identificarse sin problemas con los marineros de Kanikosen; después de la terrible crisis económica somos todos precarios, es la exigencia para mantener las tasas de crecimiento de un capitalismo cada vez más desregulado. El modelo neoliberal se ha empleado con dedicación al desmantelamiento de la cosa pública -en todos sus sentidos- y es, por tanto, el gran enemigo de cualquiera que pretenda un mundo más justo y respirable. Ante esta situación los grandes perdedores han mostrado hasta ahora una muy escasa capacidad de respuesta, como si la fragmentación social del antiguo proletariado impidiera reconocernos como clase para crear nuevos vínculos de solidaridad. Kanikosen muestra la necesidad de asaltar los cielos tras un proceso de concienciación, aunque la lucha solo sirva para recuperar un poco de lo que nos han robado.