Solo en alguna ocasión, y con no demasiado entusiasmo, hemos planteado la posibilidad de abandonar por un momento las obras de ficción y comentar un ensayo que pudiera resultar sugerente. Tal vez nos hemos dejado arrastrar por la aridez, en comparación con la novela, que se le supone a este género y, dadas nuestras circunstancias, tendemos a huir de propuestas literarias demasiado didácticas. Craso error. La profundidad del análisis y el rigor en el proceso de reflexión en un ensayo pueden ir acompañados de un extraordinario goce estético o de una intensidad expresiva a la altura de la mejor novela. Dos italianos me vienen a la cabeza como ejemplos de lo que acabo de decir: Leopardi y sus “Zibaldone dei pensiero” no desmerecen en elevación estética a sus “Cantos” y pocas novelas sobre el Holocausto han alcanzado la intensidad demoledora de “Si esto es un hombre”, el conocido ensayo de Primo Levi sobre su experiencia en Auschwitz.
Si recuerdo ahora esta carencia en nuestras tertulias es porque me han recomendado con insistencia el segundo ensayo publicado por Anagrama del filósofo francés Bruce Begout. El argumento con el que he sido convencido es definitivo: “Lugar común. El motel americano” es incluso mejor que “Zerópolis”, el deslumbrante ensayo sobre Las Vegas que dio a conocer a Begout en España. Sobre “Zerópolis” pues me gustaría hablarles.
Francia se ha considerado la vanguardia del pensamiento europeo pero, al mismo tiempo, los franceses siempre han sentido particular curiosidad por todo lo que se cuece al otro lado del Atlántico. Desde Tocqueville, casi diría desde La Fayette, la cultura americana ha sido objeto de curiosidad y análisis por parte de nuestros vecinos. Bruce Begout es uno de esos intelectuales, el más reciente, que armado en la escuela fenomenológica de Husserl e influido por Baudrillard, Eco o Benjamín, ha intentado con “Zerópolis” un acercamiento crítico a los hábitos y las costumbres norteamericanas.
¿De qué trata “Zerópolis”? Pues de Las Vegas, la ciudad del exceso, del barroquismo estrafalario, una gigantesca máquina tragaperras en medio del desierto. Es un libro apasionante y profundo aunque hable de lo banal, porque la banalidad de Las Vegas es el horizonte que parece esperar a las ciudades del futuro. Begout muestra en Zerópolis un paisaje de brillante envoltorio, de continuo y casi agobiante divertimento (lo “fun”) que rechaza todo aquello que no sea meramente epidérmico, que elimina el raciocinio y cualquier posibilidad de reflexionar sobre lo absurdo de todo el entramado. Hay un análisis del sueño americano particularmente agudo realizado a partir de datos en apariencia nimios, de lo concreto o lo pequeño, de lo que parece irrelevante pero que va constituyendo una imagen tremenda de la cultura americana más vulgar. Y lo terrible es que Begout dice que “vamos” hacia Las Vegas, es más, que sin saberlo ya estamos en Las Vegas; en cierto modo, nuestras ciudades (no hace falta irse muy lejos) se han convertido ya en un circo. Uno no puede dejar de pensar, después de leer un libro sobre algo tan aparentemente ajeno como es la ciudad del juego desenfrenado, que la democracia en Occidente se está convirtiendo en algo de baja calidad, una especie de libertad de bajo costo al socaire de la globalización y la lógica del consumo.
Hay quién no es tan pesimista como yo y considera que Begout no pretende hacer de esta ciudad, este artificio descomunal y superficial, una metáfora de lo que nos espera. Las Vegas sería solo un parque temático que nos permite evadirnos, que nos protege de una realidad desagradable por medio de una ficción infantilizada que no nos deja pensar en nuestra propia miseria. Robert Venturi dice que la incoherencia y el exceso estético de este espejismo en el desierto son un logro de la posmodernidad; bien, es posible, pero a mi los monstruos generados por la posmodernidad me empiezan a parecer tan peligrosos como los que generó la razón.
Juan
Si recuerdo ahora esta carencia en nuestras tertulias es porque me han recomendado con insistencia el segundo ensayo publicado por Anagrama del filósofo francés Bruce Begout. El argumento con el que he sido convencido es definitivo: “Lugar común. El motel americano” es incluso mejor que “Zerópolis”, el deslumbrante ensayo sobre Las Vegas que dio a conocer a Begout en España. Sobre “Zerópolis” pues me gustaría hablarles.
Francia se ha considerado la vanguardia del pensamiento europeo pero, al mismo tiempo, los franceses siempre han sentido particular curiosidad por todo lo que se cuece al otro lado del Atlántico. Desde Tocqueville, casi diría desde La Fayette, la cultura americana ha sido objeto de curiosidad y análisis por parte de nuestros vecinos. Bruce Begout es uno de esos intelectuales, el más reciente, que armado en la escuela fenomenológica de Husserl e influido por Baudrillard, Eco o Benjamín, ha intentado con “Zerópolis” un acercamiento crítico a los hábitos y las costumbres norteamericanas.
¿De qué trata “Zerópolis”? Pues de Las Vegas, la ciudad del exceso, del barroquismo estrafalario, una gigantesca máquina tragaperras en medio del desierto. Es un libro apasionante y profundo aunque hable de lo banal, porque la banalidad de Las Vegas es el horizonte que parece esperar a las ciudades del futuro. Begout muestra en Zerópolis un paisaje de brillante envoltorio, de continuo y casi agobiante divertimento (lo “fun”) que rechaza todo aquello que no sea meramente epidérmico, que elimina el raciocinio y cualquier posibilidad de reflexionar sobre lo absurdo de todo el entramado. Hay un análisis del sueño americano particularmente agudo realizado a partir de datos en apariencia nimios, de lo concreto o lo pequeño, de lo que parece irrelevante pero que va constituyendo una imagen tremenda de la cultura americana más vulgar. Y lo terrible es que Begout dice que “vamos” hacia Las Vegas, es más, que sin saberlo ya estamos en Las Vegas; en cierto modo, nuestras ciudades (no hace falta irse muy lejos) se han convertido ya en un circo. Uno no puede dejar de pensar, después de leer un libro sobre algo tan aparentemente ajeno como es la ciudad del juego desenfrenado, que la democracia en Occidente se está convirtiendo en algo de baja calidad, una especie de libertad de bajo costo al socaire de la globalización y la lógica del consumo.
Hay quién no es tan pesimista como yo y considera que Begout no pretende hacer de esta ciudad, este artificio descomunal y superficial, una metáfora de lo que nos espera. Las Vegas sería solo un parque temático que nos permite evadirnos, que nos protege de una realidad desagradable por medio de una ficción infantilizada que no nos deja pensar en nuestra propia miseria. Robert Venturi dice que la incoherencia y el exceso estético de este espejismo en el desierto son un logro de la posmodernidad; bien, es posible, pero a mi los monstruos generados por la posmodernidad me empiezan a parecer tan peligrosos como los que generó la razón.
Juan
Vaya, sí que parece interesante. También me parece lógica que cierta ciudad bienamada nuestra acuda a llenar nuestros pensamientos al hablar de ciudades - parque temáticos, alejarse de la realidad y cosas así, aunque la foto que has puesto al principio ayuda a centrarnos un poco.
ResponderEliminarNo sé si recuerdas, estando tú en Benigánim, que alguien colgó en el hoy agonizante panel ideológico una especie de sátira sobre Rita y la Copa América. Por lo visto esto enfadó mucho a determinados profesores que se apresuraron a replicar con una defensa cerrada de la alcaldesa. Dada mi edad juvenil y carácter alocado entré al trapo, eran otros tiempos, y descargué una andanada con toda la mala leche contra lo que, a mi entender, nuestra irritante primera dama está haciendo con Valencia. Hablaba de una ciudad dual en la que, por un lado, determinados fastos dan imagen de modernidad (más bien de posmodernidad por aquello de los simulacros)y pujanza, pero por otro, barrios históricos se degradan sin remedio y solo algunos colectivos (los salvem, los que luchan contra la subestación de Patraix) se atreven a plantar cara y hacer efectiva una democracia cada vez más virtual ante el meninfotisme general. Los casos de corrupción gravísimos, que apenas han suscitado débiles protestas por parte de la inerte oposición, demuestran que aquí prima lo que alguien llamó el "el pensamiento cautivo".
ResponderEliminarPor supuesto, algo del análisis de Begout me ha recordado nuestra ciudad y más cuando afirma que "vamos hacia Las Vegas". Es inevitable pensarlo, aquí parece que a base de mascletás, ruido de fórmulas 1, trágalas religiosos en forma de papas inquisidores y carreras de barquitos, tengas que acabar convencido de que vivimos en el mejor de los mundos posibles y de que lo mejor que pueden hacer todos los que viven en la prodredumbre es acabar de pudrirse de una vez y dejarnos en paz de una vez, que los pedigueños, indigentes, emigrantes, sin techo y marginales varios no hacen más que molestar hombre.