Es costumbre de los miembros de la tertulia tomarnos con calma el debate sobre el libro que nos reúne. En realidad aplazamos la discusión propiamente dicha casi hasta última hora; primero se come y se bebe cerveza, resolvemos los problemas del país, lamentamos la suerte casi siempre mala de nuestro equipo de fútbol, despellejamos a los ausentes y, ya al final, si queda algo de tiempo, hablamos de la novela que casi todos hemos leído. Es Joan Benavent (conocido como Juanfe antes de dejar huérfanas las aulas), personaje inspirador de la tertulia y cuya existencia está certificada por las fotos que acompañan a estos comentarios, quien habitualmente inicia el diálogo con una exuberancia verbal que, como podrán comprobar, suele regatearles a todos ustedes cuando se trata de plasmarla por escrito.
Durante la última reunión, antes de decidirnos a discutir sobre Camus, comentaba el propio Joan, con una mezcla de admiración y rechazo, el discurso que Vargas Llosa nos regaló cuando recibió el Nobel. Haciendo honor a su oficio de escribidor, Don Mario elaboró un hermoso elogio de la literatura acompañado de los correspondientes agradecimientos, tanto a los escritores que ama como a sus patrias de origen y acogida. Como la ocasión era idónea, también consideró conveniente dar cuenta de su amor por la libertad y de su intachable compromiso ético. Lo digo en serio, avala esto último un periódico tan honorable e independiente (el de la mañana) como El País y personajes de tanta solvencia como Javier Cercas (quiero pensar que en su defensa del ilustre peruano nada tienen que ver los elogios recibidos por “Soldados de Salamina”). Fue precisamente el señor Javier Cercas quien me hizo ver la luz tras un brillante artículo en el que acusaba de envidiosa a la progresía que ha digerido mal el encumbramiento de Vargas Llosa por la Academia sueca.
Pues bien, como les digo, nuestro compañero Joan Benavent no quedó del todo convencido y sigue algo escéptico respecto a la honestidad política del autor de Pantaleón. No pude por menos que mostrar mi perplejidad e indignación cuando afirmó que Vargas Llosa (por suerte ya no tendremos que decir aquello de “eterno aspirante al Nobel”) santificaba la injusticia social con su discurso. ¿Acaso no ha leído como yo la viril defensa de la libertad frente a regímenes populistas y antidemocráticos? Sí, es verdad que Don Mario denuncia al barbudo comunista, al mamarracho bolivariano y al desastrado y poco deportivo presidente de Bolivia pero se olvida de la democracia tutelada de Chile, de los crímenes de Estado cometidos por Uribe en Colombia, de la brutal represión desatada en Honduras o de los escuadrones de la muerte que siguen dictando su ley en Guatemala. Nada, un lapsus, todo el mundo sabe que a diferencia de otros colegas suyos como García Márquez o Neruda, el escribidor peruano nunca fue sectario.
¿Y qué me dicen de la emocionada defensa de los derechos humanos que lanzó a todo el universo conocido? Gente perversa le ha acusado de hacer una interpretación selectiva de tales derechos; vale, es posible que después de aprenderse los derechos civiles y políticos tuviera una necesidad perentoria y dedicara las páginas de los derechos económicos y sociales a un mejor uso. De acuerdo, nos puede pasar a todos pero no sean incrédulos, quien patrocinó una obra de tan agudo análisis político como el “Manual del perfecto idiota latinoamericano” (desde “El príncipe” no se había visto nada igual) no ignora que sin derechos económicos y sociales la riqueza se concentra, las diferencias entre clases aumentan y los derechos políticos se convierten en papel mojado manipulado a su antojo por los privilegiados. Verán ustedes como tan comprometido escritor, cuando reciba el premio Goncourt, dirá unas palabras de aliento para los más desfavorecidos.
Pero la verdadera altura moral de nuestro hombre se plasma impagable en esa llamada esperanzada que nos propone, con nuestras popperianas sociedades “abiertas” dispuestas a solucionar los pequeños inconvenientes del neoliberalismo benefactor, siempre que no sea a costa de soportar nosotros sus excrecencias en forma de emigrantes. Me gusta especialmente, halaga mi sentimiento como español de bien, su admiración por nuestro proceso de cambio hacia la hermosa democracia que disfrutamos, tal vez un poco corrupta y demasiado oligárquica pero ¿qué quieren? Por aquí siempre se ha estilado lo de dejar que decidan por nosotros quienes más capacitados están para ello. Gente con criterio que sabe lo que nos conviene.
Comparto sus buenos deseos y su confianza en el futuro de Latinoamérica donde, sin pausa, y pese a la resistencia de gente anclada en el pasado, se va instalando la democracia que generará progreso y no desigualdad. Y no hagan caso a esos que dicen que la democracia liberal propuesta por gente como Vargas Llosa es una forma de justificar la capacidad de acumulación capitalista del Norte a costa de la dependencia y depauperización generalizada del Sur. Falacias que los indicadores económicos refutan con contundencia, no tienen más que darse una vueltecita por algún barrio de Lima para darme la razón.
Por todo esto, estimado Joan, creo que tu suspicacia solo puede ser producto de una visión del mundo ya periclitada. Estamos en el final de la historia amigo, asistimos al triunfo de la democracia liberal, la materialización más perfecta de la racionalidad en el tiempo. Y esto exige otro tipo de intelectuales, ni un opositor a las verdades establecidas, ni un tipo con conciencia crítica capaz de poner de manifiesto los mecanismos de explotación (si es que queda alguno). Lo que necesitamos es un gallardo paladín de las libertades, un portavoz del neoliberalismo que nos prevenga contra la utopía y patrocine el abandonismo crítico. Necesitamos a Vargas Llosa.
Incluyo el enlace para que puedan disfrutar del discurso y comprueben que mi defensa está plenamente justificada: http://www.clasesdeperiodismo.com/2010/12/07/el-discurso-completo-del-nobel-vargas-llosa/
ResponderEliminarEn el caso de que Joan piense que me excedo en mi exuberancia juvenil defendiendo al justísimo Nobel aceptaré sus críticas con respeto. Siempre me he caracterizado por hacer caso a mis mayores.
Pueden llamarme resentido si quieren, pero creo que hay cierta justicia poética en este tramo final de la vida y milagros de Vargas Llosa. Desde aquel famoso "El Perú es Patricia....sin ella mi vida se hubiera disuelto....", conmovedor discurso dedicado a su esposa tras recibir el Nóbel, a la actual exhibición con su porcelana china han transcurrido años de imbecilidades fachosas, o reaccionarias, como quieran. El tiempo pone a cada uno en su sitio. Aunque seguro que Vargas se lo está pasando de p. m.
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