La acogida crítica de la última obra de Coetzee ha suscitado un amplio debate. Muñoz Molina o Guelbenzu se muestran demoledores y cuestionan en profundidad esta especie de capricho un poco irritante y sin apenas asideros que nos permitan determinar qué demonios ha querido decir el autor sudafricano. No niego estas críticas que me parecen fundadas, sin embargo creo que hay sugerencias de lo más interesantes: Una sociedad distópica en la que la armonía y la racionalidad apenas ocultan cierta deshumanización, la parodia de la Sagrada Familia casi blasfema y, lo que es tal vez más interesante, el contraste entre una sociedad avanzada, en la que los métodos de enseñanza son de una espiritualidad plátonica, frente a un hecho terrible producto de los más bajos instintos y que pone en cuestión toda la conformidad y el equilibrio.
2. EL PALACIO DE LOS SUEÑOS. Ismail Kadaré.
En tiempos ya lejanos apenas conocía un par de informaciones más o menos ciertas sobre Albania: La existencia de un tal Leka, el supuesto heredero del trono albanés, que haraganeaba en España protegido por Franco. Y la genial idea de Enver Hoxha, el oscuro dictador estalinista, que había convertido en canchas de baloncesto las Iglesias del país. Aparte de estos exotismos, resulta que el mejor escritor que ha dado Albania, Ismail Kadaré, ya era la personalidad cultural más importante del periodo comunista. Y no desde posiciones de disidencia o persecución sino protegido por el régimen. La paradoja estriba en que su obra es sorprendentemente crítica y, a veces, como en este Palacio de los sueños, elabora una alegoría muy poco disimulada del totalitarismo que solo gracias a su enorme prestigio podía permitirle salvar los problemas con la censura. La novela tiene una muy lograda atmósfera kafkiana y tengo la sospecha que el protagonista, un individuo que va ascendiendo en el escalafón de un extraño palacio que controla los sueños de los súbditos, representa al propio Kadaré, tal vez intentando explicar su peculiar relación con las autoridades de su país. Ell auténtico protagonista es el Palacio, el símbolo de la dictadura que intenta controlar incluso el inconsciente de los ciudadanos, adelantándose a posibles deslealtades que ni siquiera existían todavía.
3. EL MENTIROSO. Henry James.
Conozco poco la obra de James y, de no ser por la empleada de la Casa del Libro que se empeñó en que me llevara esta edición de El mentiroso, seguiría siendo un nombre célebre que no frecuento. Lo cierto es que, en otras condiciones, poco caso hubiera hecho a la muchacha, pero, como el otro libro que me llevé era una historia marxista de la Segunda Guerra Mundial, pensé que la pequeña edición de una novela romántica daba de mí una imagen a la vez comprometida y sensible. Llámenme posmoderno. Sobre la imagen que damos, la incompatibilidad entre el arte y la vida o la obsesión vanidosa por el amor frustrado, trata este relato de James, delicado e irónico, muy ambiguo en cuanto a las motivaciones del interesante triángulo amoroso en el que se basa la trama. La lectura es ágil, a pesar de que es conveniente fijarse en ciertos elementos que James deja caer sutilmente. Y tiene un epílogo de Max Lacruz que analiza con mucha agudeza el relato. A mí me ha gustado y sigo teniendo dudas sobre cuál de los tres protagonistas me cae peor.
4. AUTOPISTA. Jaume Perich.
Jaume Perich es uno de los mejores humoristas gráficos que recuerdo, de esos genios capaces de analizar con tanta lucidez la realidad que se convierten en clásicos. Hace unos años la editorial Crítica recuperó una de sus obras míticas, "Autopista", nombre con el que El Perich ironizaba sobre el famoso "Camino" del fundador del OPUS. Publicado originalmente en el año 1971, cuando la política franquista estaba dominada por hombres de la Obra que impulsaban la liberalización económica a la par que se metían en escandalosos asuntos de corrupción, Autopista supuso un auténtico revulsivo, además de sortear milagrosamente a una censura que dejó pasar las cargas de profundidad que El Perich lanzó contra el Régimen, la Iglesia y contra la desidia general del país. Una sarcástica caracterización de la España franquista que, sorprendentemente, o sin sorpresa, continúa vigente.
He aquí dos ejemplos de lo que nos decía Autopista:
“La religión: La religión sirve para ayudarnos a resolver una serie de problemas que no tendríamos si no existiera la religión.”
“En la sociedad capitalista, el mal de algunos sería el consuelo de muchos.”
“La esclavitud: La esclavitud no se ha abolido, se ha puesto en nómina.”
Ahora que se acaba de anunciar el cierre de Interviú, resulta que en otros tiempos más heroicos tenía El Perich una sección en la revista que se llamaba Noticias del quinto canal. Allí desarrolló una inquina notable y divertidísima contra Jose Luís Perales. Esto sería un ejemplo de humor coyuntural o de combate que actualmente constituirían casi chistes privados. Porque ¿Quién demonios conoce hoy a Jose Luís Perales? Yo diría que tal desconocimiento es signo de que algo, al menos, hemos progresado.
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