En torno a una generosa fuente de “pescaíto frito” y ensaladas –por variar, en lugar de las consabidas salchichas y como protesta frente al imperialismo alemán- se reunió la tertulia en Játiva, con la sensible ausencia de Javi, socio fundador y elemento clave a la hora de poner algo de raciocinio cuando el diálogo empieza ser un desvarío por los efectos de la cerveza.
Nuestro humilde objetivo era aproximarnos al peculiar universo de Robert Walser, uno de los escritores con más capacidad para escabullirse de cualquier intento por interpretar su literatura. Es muy probable que Walser, ajeno a todo tipo de elogio y nada interesado por dejar una obra trascendente, hubiera estado de acuerdo con el escaso entusiasmo que ha despertado su novela en los tertulianos –entusiasmo del que yo sí participo, con la modestia que exige Walser-. Cierto es que el impactante comienzo de “Jacob von Gunten” podía hacernos esperar una terrible diatriba contra una educación represora, algo a lo que acogernos en tiempos tan malos para la lírica como estos, pero lo que nos encontramos es una obra evanescente, que no ofrece asideros para una crítica social articulada, tan carente de énfasis que a algunos nos quedó la sensación de que acaba resultando demoledora, mucho más que otras con intenciones evidentes.
No se extrañen por la sugerente fotografía que cierra este comentario, Walser da pie a que imaginemos a Lisa Benjamenta, personaje en parte real, en parte ensoñación, como la profesora que nos hubiera gustado tener, aunque nos convirtiera en hombres sin atributos, dispuestos a hacer dejación de nuestra libertad en un imbécil con bigote, chillón y acomplejado.
El libro al que me refería cuando Juan F. nos explicaba las memorias de Caballero Bonald y su escasa generosidad con algunos de sus colegas, es el “Manual de literatura para caníbales”, de Rafael Reig. Es una obra, a medias entre novela y ensayo, en la que Reig hace un recorrido muy crítico e irónico sobre la literatura española e iberoamericana desde el siglo XIX hasta prácticamente la actualidad. He aquí un fragmento de sus comentarios sobre Azorín, una de las partes que más me han divertido, por lo acertado y porque si uno tiene sus “santets” también se pueden tener odios irracionales:
ResponderEliminar“Tómese un texto al azar de Azorín. Subráyense todas las palabras desconocidas. Averígüese su significado y, a continuación, sustitúyanse por sinónimos ordinarios. Con lápiz de otro color, elimínense todas las repeticiones. ¿Qué le queda a usted? Ahora resuma esas tres frases en una sola idea y expóngala en el bar como si fuera suya. Si le toman por idiota, el ejercicio ha sido realizado con éxito. En caso de que alguien encuentre interesante lo que usted dice, vuelva a casa y repita de nuevo el proceso.”