Dicen
que en la Italia de los años cincuenta, cuando el posible sorpasso
comunista amenazaba la hegemonía de la derecha, desde los púlpitos
se inició una campaña que, “sin querer condicionar el voto”,
pedía a los feligreses que apoyasen “a un partido que fuera
demócrata y cristiano”. Ignoro si el hecho es cierto tal y como
relato -la anécdota procede de la película “Divorcio a la
italiana”-, el caso es que la Democracia Cristiana contó con el
incondicional apoyo de la Iglesia, que movilizó todos los medios a
su alcance incluida la manipulación rastrera de los deficientes y
paralíticos que acogía en sus cottolengos.
A
una jornada electoral en un colegio ubicado en una de estas
instituciones benéficas dedica Calvino esta breve obra -relato,
ensayo, denuncia o reflexión personal, que de todo ello tiene un
poco-. El espectáculo lamentable de curas y hermanitas de la caridad
condicionando el voto de unos pobres desgraciados es observado por el
escrutador comunista -alter ego de Calvino- con indignación, pero
también con la creciente sospecha de que todo el sistema democrático
burgués es un absurdo y una farsa, un enorme cottolengo en el que
todos somos deficientes.
Esa
deficiencia procede de la incapacidad de la voluntad popular para ser
realmente efectiva, ha sido desvirtuada por agentes que se nos
escapan y que deciden el resultado final de nuestros destinos.
Calvino consideró que ante un problema que afectaba de manera tan
directa a la calidad democrática era preciso recuperar la literatura
social apegada a la realidad, mucho más eficaz que sus anteriores
fabulaciones para analizar críticamente la situación histórica de
Italia.
La
rabia de Calvino ante situaciones tan absurdas e injustas como las
que presenció en sus días de mayor compromiso político pudieron
incitarle, en sus propias palabras, a realizar un violento panfleto
contra la Democracia Cristiana. Sin embargo no elaborará una simple
denuncia,
el desfile de enfermos mentales y disminuidos arrastrados a las urnas
suscita en el escrutador reflexiones que cuestionan la política, la
religión, las condiciones de la Italia del momento, pero también
la ideología del protagonista, en paralelo al alejamiento del PCI
que el propio Calvino había experimentado poco antes.
El
desprecio y la crítica se centran en los representantes de la
Iglesia, que han hecho dejación de la caridad cristiana para
salvaguardar sus propios privilegios. También
en el propio escrutador, que tendrá que superar la inquietante
sensación de superioridad sobre los desvalidos obligados a votar, la
sensación de que no son ciudadanos que deban tener los mismos
derechos que un hombre capaz y en la plena posesión de sus
facultades. Superar esta
sensación supondrá asumir la
lucha frontal contra la
manipulación de la ciudadanía por parte del poder, asumir
también que los cambios no se producen esperando pasivamente que se
pudra el sistema sino con la lucha individual y diaria en todos los
ámbitos. Y es
allí donde anida la miseria y
la sumisión, donde habitan los
más débiles y deprimidos, el lugar desde el que se debe iniciar el
combate.
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