Antes
de encontrarme con Hammett y sus precisos retratos de la desesperanza
y la podredumbre del capitalismo norteamericano, antes de adentrarme
en los violentos itinerarios de parias del sistema que narra Jim
Thompson, antes de admirar la lucidez y determinación de esos
detectives cínicos y poco habladores, antes de saber, aunque solo
fuera por aproximación, lo que era la novela negra.... yo conocí a
“El odiado”.
Ni
siquiera pertenece al periodo más fecundo de un género que
alcanzaría sus mejores logros durante la Depresión, es la última y
tardía novela de Don Tracy, clásico injustamente olvidado a pesar
de ser autor de al menos dos obras más que rescatables. De talante
claramente progresista -aunque muy crítico con el comunismo- en “El
odiado”, escrita en los años sesenta, vuelve al tema del racismo
que ya había tratado en la que se considera su mejor novela, “Cómo
duerme la bestia”. Tracy construye un sólido relato a partir de la
historia de un abogado alcohólico que vuelve a la ciudad de la que
fue expulsado por su propia familia; allí se encargará, casi sin
querer, de defender a una joven negra acusada de asesinato y de poner
al descubierto el proceso de corrupción colectiva de una sociedad
enferma.
Los
géneros literarios nacidos con una vocación popular o de masas
suelen ser bastante maltratados cuando se realizan consideraciones
críticas. A mi modo de ver, un género es simplemente el marco que
el escritor elige para elaborar su obra, dependerá del talento del
autor que el resultado sea valioso. En el caso de la novela negra, es
innegable que una serie de escritores notables asumieron un
compromiso intelectual, la resistencia al fascismo, la dignidad
frente a la furia reaccionaria que se había desatado en los Estados
Unidos, y para ello utilizaron una serie de elementos de la cultura
popular que servían a la perfección para el diagnóstico social.
Sin la enorme categoría literaria de Hammett, la puesta en cuestión
de una sociedad basada en la mentira y la represión hubiera
resultado vacía. Tal vez la altura literaria de Don Tracy esté algo
por debajo del autor de “La llave de cristal" pero no es en modo
alguno despreciable, consigue poner al desnudo, en un momento en el
que la segregación racial empezaba a ser cuestionada, la violencia
extrema del poder y el desprecio de la mentalidad dominante por la
dignidad humana.
La
sociedad del desencanto y la quiebra de los valores morales es
asumida en la novela de Tracy por un individuo errante, un off sider
que se verá obligado a enfrentarse a la verdad de la comunidad en la
que se educó. La crónica de esa verdad desnuda deviene en
testimonio perturbador y revulsivo para una sociedad que está casi
en los límites de la degradación. A partir de aquí solo queda la
posibilidad de un proceso purificador que llevará a cabo un héroe
insospechado, preparado para ello tras derrotar a sus propias
debilidades.
Hay
ciertas similitudes con las historias de regeneración que relata
otro de los clásicos del género, David Goodis. En ambos nos
encontramos un mundo violento y despiadado en el que el protagonista
aparece condenado a una situación degradante, hasta que sufre algo
así como una catarsis que lo convierte en el salvador de sí mismo y
de quienes esperaban liberarse de algún tipo de tiranía. En “El
odiado” es la comunidad negra la que vive sumida en el silencio y
la opresión por el control de un cacique que maneja a su antojo la
ley y a quienes deben cumplirla. Como he dicho, Tracy no es un
comunista, el progresismo a la americana es el liberalismo de los
padres fundadores que, sin duda, pensaron en un país socialmente
libre y autónomo, sin privilegios ni oligarquías. La protección de
la libertad individual y de los derechos básicos, la idea de
progreso y mejora social, pueden resultar radicales para la América
conservadora, pero están en el origen de los EEUU. El progresismo
que defiende Tracy es el originario, el que ha sido desvirtuado en la
América de los sesenta y precisa de la decisión firme del
individuo, no de la estrategia de una organización política
revolucionaria.
Estaremos
más o menos de acuerdo con el posicionamiento de Tracy, con la
mítica del héroe individual que no cree en ideologías
colectivistas, pero eso no impide que el diagnóstico sea válido; la
crónica despiadada de la sociedad nos llevará a soluciones que
pueden ser diversas, pero ha conseguido un efecto poderoso, suscitar
la indignación ante una realidad inaceptable. Como se está
demostrando con el nuevo auge de la novela policial, el género negro
es la excusa perfecta para profundizar en las cuestiones más
sensibles de una sociedad en crisis; si Tracy denunciaba la
mentalidad opresora de una oligarquía blanca que se resistía a
reconocer iguales derechos para la población negra, hoy tenemos
otras oligarquías que siguen queriendo transformar la ley en
privilegio. Aunque la catarsis final de la que nos habla Tracy no
creo que vaya a producirse con una ciudadanía acorbadada y a la
espera de su particular redentor.
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