Sin
caer en la exageración, las novelas de Phillip Kerr, la famosa trilogía de Berlín y
las demás secuelas protagonizadas por el detective Bernie Gunther,
son una fuente de conocimientos nada despreciable sobre la Alemania nazi. Es innegable que
el ambiente turbio, con el miedo impregnando toda la sociedad, la
corrupción y el delirio racista están reflejados en estos relatos,
y ello a pesar de que, al menos las primeras novelas de la serie, me
parecen más un homenaje del autor escocés a los clásicos
americanos del género. Me sorprende, seguramente tiene que ver con
ciertos clichés adquiridos sobre los alemanes, que un detective de
esta nacionalidad sea tan cínico y posea un humor tan caústico,
mucho más propio de personajes acostumbrados a los barrios bajos de
alguna ciudad norteamericana sometida a la ley seca y rodeada de
gangsters con apellido italiano. Aquí los gangsters están en el
gobierno y lanzan discursos muy apropiados para que Chaplin los
ridiculice.... si no fuera porque, poca broma con esto, condujeron a una
guerra y al exterminio de millones de personas. En todo caso, Gunther
es un hallazgo y merece un puesto importante entre los grandes
detectives de la novela negra.
Los
diálogos, muy trabajados -tal vez un poco artificiales en su intento
de imitar los modelos hammetianos- y la personalidad del detective,
un verdadero antiheroe de la estirpe de Sam Spade, son algunos de los
puntos fuertes de la novela. No dejo de observar, a pesar de la
contextualización tan clara, ciertos elementos que me parecen
relevantes en cuestiones de actualidad, incluso de la propia
actualidad española. Véanse por ejemplo los comentarios de Gunther
sobre la molestia de la memoria histórica, o la referencia a la
corrupción generalizada en un régimen dictatorial.
Cierto es que el conjunto funciona, tan cierto como que los
materiales utilizados por Kerr proceden, como digo, de las fuentes de
la novela negra: desde el dectective socarrón y cínico, sacado de
los barrios bajos de Los Angeles, hasta el policía cabrón, la rubia
despampanante o el rico degenerado que contrata los servicios del
detective para solucionar un sucio asunto. En realidad es una
trasposición casi total del universo hammettiano a un escenario algo
más insólito. Hay un episodio, en la segunda mitad de la novela,
que es muy significativo: Cuando Gunther se entrevista con Goering
-magnífica la puesta en escena- resulta que el jerarca nazi es un
gran admirador de la novela negra norteamericana. Entonces le
pregunta a Gunther -el episodio se repetirá con Heyndrich- si ha
leído "Cosecha roja", a lo que Bernie responde que no, que
no tiene tiempo de leer esas cosas. Vamos, que Goering identifica
al detective privado con Spade, Bernie niega conocer al antihéroe
hammettiano y Kerr nos hace un guiño, porque en realidad.... Gunther
es Spade.
Hay
varias
ideas interesantes
sobre el régimen nazi, como la posibilidad abierta de colaboración
entre las organizaciones mafiosas y el propio régimen. En
principio un régimen totalitario elimina cualquier tipo de
poder paralelo porque es el propio sistema el que ejerce como
organización
mafiosa
que no admite competencia. Algo
de eso también dice Kerr, sin embargo plantea que el anterior
entramado gangsteril de la República de Weimar pasa a ser una
organización subsidiaria del aparato de poder nazi, transformando
tal entramado en supuestas organizaciones afines al partido.
Como en el
brechtiano Arturo Ui,
nazismo y mafia financiera se
unen
mediante un sistema corrupto para
que el gran
capital pueda
seguir acumulando poder.
La parte
final de la novela es espléndida, sobre todo el episodio que se
desarrolla en el campo de concentración, con elementos que parecen
sacados de las descripciones de Primo Levi en Si esto es un hombre.
Es en esta parte final de la obra cuando observamos la definitiva
evolución del detective cínico y adaptable, que desprecia el
nazismo pero que, tal vez, no era del todo consciente del nivel de
degradación de la sociedad alemana y de la terrible opresión
totalitaria que ejercía el régimen.
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