viernes, 13 de marzo de 2009

Juan habla de "El hombre en el castillo"


Es habitual en el gremio de los historiadores el rechazo a las ficciones históricas que se plantean lo que pudo haber ocurrido y no ocurrió. Técnicamente se denomina historia contrafactual y, pese a su prestigio en ámbitos anglosajones, la mayoría de historiadores muestra reticencias ante lo que se considera un juego insustancial.

En este sentido tenía un problema de base con la novela de Dick, no me ofrecía demasiado interés un mundo en el que los fascismos ganaron la guerra. No pensaba que un escritor pudiera concebir un relato partiendo de estas premisas que resultara sugerente y creíble. Y lo cierto es que realizar una ucronía es un ejercicio de fantasía saludable, nos recuerda que la historia no está escrita, que está hecha por hombres capaces de elegir caminos diferentes.

Hay dos aspectos más que fueron incrementando mi curiosidad. Quizá la elucubración de Dick guardaba una crítica a nuestra propia realidad, una advertencia ante la inestabilidad del presente. En definitiva, una llamada de atención para evitar el conformismo alertándonos de hasta donde puede llevarnos la dejadez o la pasividad ante el poder. Hay algo de esto pero a Dick le interesa más otro problema de contenido filosófico, la realidad y sus límites. Un fragmento espléndido de la novela es aquel en el que el personaje de Tagomi parece encontrarse en una realidad que le es ajena, Tagomi tiene la extraña sensación de que ese mundo no es el suyo. La misma sensación que se va apoderando de Juliana, aunque en este caso sea más bien el deseo de acceder a un mundo mucho más satisfactorio que el triste panorama en el que el totalitarismo fascista ha configurado la realidad a su gusto. El libro de Abendsen, la ucronía dentro de la ucronía que constituye el eje principal de la historia, ofrece esa posible alternativa que puede despertar a la humanidad de su error. Es como si el genio maligno de Descartes hubiera provocado que la humanidad viviera engañada, desconociendo lo que es verdadero hasta que el libro de “La langosta” crea una fisura en el orden totalitario a la que se aferran los disconformes.

Ahora bien, no es tan simple lo que propone el autor. Es verdad que el mundo en el que se desarrolla la historia no puede ser en ningún caso una realidad deseable, pero Dick nos ofrece pistas suficientes de la otra realidad que descubre el I Ching, trasunto de Dios como dijo acertadamente uno de los tertulianos, como para pensar que el imperio del capitalismo liderado por británicos y americanos tampoco iba a suponer el ideal de sociedad perfecta.

Se dijo en la tertulia que Dick utilizó demasiados lugares comunes a la hora de describir la evolución del nazismo triunfante. Me permito discrepar de esto, es cierto que Dick apenas dibuja el mundo donde ejercen su hegemonía los alemanes pero me parece perfectamente coherente con lo que debía ser el imperio de los mil años del que hablaba Hitler. En mi opinión el nazismo combinaba la fascinación por la modernidad técnica con el rechazo de las formas y la cultura democrática. La plena aceptación de la lógica de dominación sobre la naturaleza que proporciona la técnica les hubiera llevado a aberraciones parecidas a las que aparecen en la novela, obviando todo lo que tenga que ver con los igualitarios derechos del hombre. El progreso técnico al servicio de la voluntad de poder de una comunidad, socializada bajo los principios nacionalsocialistas, llevó a Auschwitz y podría haber llevado a ir cumpliendo objetivos cada vez más delirantes.

Por último, no creo que sea casual el trato que se concede al personaje del norteamericano Childan. Reconozco que me divirtió la humillación a la que es sometido; los orgullosos norteamericanos, que desprecian todo aquello que queda fuera del “Imperio”, se ven aquí sometidos a los “diablos amarillos”, los vencedores imponen su ley y los derrotados han de someterse, incluida su dignidad.

martes, 3 de marzo de 2009

Bernhardiana


Para aquellos que siguen mostrándose escépticos sobre las bondades de la literatura bernhardiana debo anunciarles que “El frío” apenas tiene 130 páginas de sufrimiento. Y uno, que en el fondo es un ingenuo voluntarista, considera que después de leer esta obra terrible pero con la misma capacidad envolvente que suele mostrar Bernhard, algún tertuliano que desconfía de literaturas demasiado intelectuales acabará por acercarse al resto de esta autobiografía. Por que eso es “El frío”, la última parte de la autobiografía del escritor austriaco, eso sí, apenas llega a la primera juventud del autor. De una forma u otra “Tala” y “El sobrino de Wittgenstein” podrían considerarse autobiográficas pero son obras aisladas, nunca Bernhard completó esos cinco primeros volúmenes, las “memorias de un niño de izquierdas” como dice Azúa.

Ya comenté que he leído “Un niño” y me pareció espléndido. Empieza casi en tono humorístico, con un chavalín de apenas ocho años que decide recorrer en bicicleta los 36 kilómetros que separan su pueblo de Salzburgo. Las consecuencias serán bastante desastrosas pero esas primeras páginas tienen una levedad, un tono lúdico pese al lamentable fracaso, que parecen anunciar algo que no es. El tono se irá oscureciendo y adivinamos pronto los rigores de una sociedad que se aproxima al nazismo.

“El frío” se inicia con una cita de Novalis, “Toda enfermedad puede llamarse enfermedad del alma”. Vuelvo a citar a Azúa (todavía no he leído “El frío”): “Bernhard odia a los fuertes, a los poderosos, a todos aquellos cuya salud les convierte en verdugos inconscientes”; nuestro hombre escribe para los tullidos, los enfermos como él mismo, es decir la práctica totalidad de la humanidad. De ahí la cita de Novalis, todos somos unos enfermos a los que algo nos ha sido amputado a lo largo de nuestra vida.

Ciertamente se están haciendo consideraciones que van más allá de los problemas físicos pero la obra se centra en la enfermedad, tuberculosis creo, que sufre Bernhard. Y le va a dar ocasión de explayarse en su odio contra la clase médica como institución de poder. Probablemente me equivoque y no tenga nada que ver, sin embargo me vino a la cabeza al leer la reseña el último episodio de la estupenda película de Nanni Moretti “Caro diario”. Recuerden la odisea del protagonista, de médico en médico, en un recorrido kafkiano hasta que es descubierto el origen de su persistente y molesta flema.

Estoy convencido de que lo ideal para introducirse en la literatura de Bernhard es empezar por su autobiografía, puede que anime a entrar en un universo de marginales y desechos humanos que habitan la obra de este hijo nada predilecto de Salzburgo.

Una cosa más, entre esas fisuras que arrastra Bernhard y que es recurrente en toda su biografía está la de ser un hijo bastardo. La figura de su padre siempre está presente aunque sin aparecer nunca. Me imagino a Bernhard, anarquista visceral, contestando al estilo de Lee Marvin en “Los profesionales” cuando algún estúpido le llamara bastardo: “Puede ser. Pero en mi caso solo es un problema de nacimiento. En cambio, usted se ha hecho a sí mismo”.

Juan

Javi nos da su opinión sobre El hombre en el castillo


Durante la tertulia intenté justificar un poco la elección del autor del tema de la novela: la existencia de distintos mundos paralelos y la posibilidad de acceder a ellos. Como nos cuenta el propio Dick en el extracto de la conferencia que dio en la convención de Metz, publicado en este mismo blog, no tiene ni idea de cómo interaccionan estos universos, pero tal vez una persona pudiese pasar parte de su tiempo entre los dos, en una especie de vida partida. El mismo Dick llegó a creer (al menos su leyenda así nos lo cuenta)que vivía entre dos de esos mundos. Aparte de todas estas consideraciones voy a hablar solamente de literatura.
El hombre en el castillo me parece la obra de más calidad del autor, así como una de las mejor acabadas. La elección del momento histórico con el que definir la ucronía: la victoria del Eje en la segunda guerra mundial no es original de Dick. Podemos encontrar esta circunstancia en la novela corta de Kornbluth "Two dooms" de 1977 o en el "Cuerno de caza" del inglés Sarban de los años sesenta. Supongo que a los escritores anglosajones (y a la gente en general) les fascinará pensar qué hubiese pasado en caso de perder la guerra, dando pie a todo tipo de fantasías de tipo sádico y catastrófico. Supongo que es similar a que los escritores españoles se planteasen un resultado distinto en la guerra civil (cosa que ya se ha hecho con el libro Franco: un historia alternativa).
Hablando propiamente de la novela que nos ocupa, decir que como es habitual en Dick, está protagonizada por personajes grises en una sociedad autoritaria e implacable: el sumiso Childan que pesa a todo defenderá en un alarde de orgullo patriótico la cultura americana, el siempre correcto Tagomi apegado a las tradiciones japonesas y constreñido por siglos de cultura casi inmovilista, el asesino alemán disfrazado de camionero italiano Cinnadella dispuesto a cumplir con su objetivo sin cuestionar sus órdenes, la desordenada Juliana que pesa a todo es capaz de vislumbrar la verdad aunque no se explica su necesidad de tener siempre a un hombre a su lado, el judío Frink señalado por la muerte por una simple cuestión de nacimiento más que de religión...
Dirigiendo la vida de todos ellos dos libros: el I Ching al que prácticamente son adictos y La plaga de la langosta, que como un faro recién encendido en medio de una tempestad supone una leve esperanza para todas esas vidas tristes. Pero como descubre Jualiana al final de la novela en el esperado tête à tête con Abendsen, el I Ching, el oráculo milenario, ha sido el que realmente ha guiado la mano de Abendsen cuando escribía su novela. La plaga de la langosta es el evangelio que predica la existencia de otro mundo, de uno en el que ya no tendrían que ser vasallos o criados de japoneses o alemanes, un mundo en el que posiblemente vivirían mejor. Por tanto si La plaga de la langosta es el evangelio, Abendsen, el escritor, es el profeta/evangelista/apóstol y elvea a la categoría de Dios al inspirador: el I Ching.

Elvira Canet parla sobre "El hombre en el castillo"


Aquesta novel·la ucrònica de Philip K. Dick recreant-se en què haguera passat si els països de l’eix hagueren guanyat la Guerra, em creava, en principi unes expectatives diferents a les que finalment es van satisfer. Pensava que l’originalitat del tema portaria a situacions més novedoses en l’estructura social i la jerarquia internacional. Però no, es reprodueixen en la novel·la les situacions típiques de vencedors i vençuts, de falses aliances, de confabulacions per afanar-se el poder...

També els personatges són representatius de les diferents civilitzacions implicades: els alemanys són molt “alemanys”, en el seu cientifisme i política de solució final (expedicions a la Lluna i Mart, dessecació de la Mediterrània, extermini dels aborígens africans, eslaves a Sibèria...) , els japonesos mantenen el seu fetitxisme, l’obsessió per adoptar, copiar, imitar tot el que fan. A la volta que mantenen eixa imatge d’incorruptibles amb normes rígides i presumptament justes, el caràcter afable i respectuós. És el que admira Childan en principi, però que prompte repudia mostrant la vena americana més ferma. Primer no mostra aquest sentiment, inclòs pensa que és un bàrbar i actua de forma sumisa, però finalment s’enfronta de manera oberta (es veu completament humiliat davant la proposta de que l’art modern americà siga considerat com un amulet, postura de defensa a la raça americana).

Els personatges que més m’han agradat són Tamogi i Juliana. El primer per la seua ingenuïtat, cortesia i confiança, que després es veu truncada en adonar-se de la crisis ètica en l’actuació dels propis japonesos que posen en entredit la rectitud que caracteritza el Japó. Ell mateix traiciona les seues creences, es troba molt mal i intenta deslligar-se de l’escenari (perdre la pistola i cartera de la feina, buscar la fe perduda en l’amulet que li ofereix Childan). Busca i aconseguix passar a altre escenari alternatiu on la història és una altra diferent, els americans han guanyat la guerra i són els que dominen la societat. Juliana, molt independent i sense complexes, actua de forma instintiva, no marcada per cap ideologia, segons el que li apeteix o li dicta la seua pròpia consciència. En conèixer l’alternativa presentada en “La langosta se ha posado” i les intencions de l’espia (primer suposat camioner) aposta per la nova realitat i defensa l’autor i la veracitat del que narra.

També m’ha cridat l’atenció la dependència del I Ching per molts dels personatges. L’utilitzen de forma oracular. Alguns vàreu comentar que el qualificaríeu com Deu, jo diria més bé que s’utilitza com una religió de la qual tirar en els moments que hem de prendre decisions i volem delegar. També seria Deu-Creador si és ell el que a dirigit la història que es presenta en la Langosta i Deu-Totpoderós-Pare que marca el camí a seguir i el destí-actuació de les persones.

El recurs de diferents escenaris de la “realitat” que utilitza Dick crec que és un exercici mental per al lector; mateix lloc, mateixos personatges però històries diferents que a la vegada estan interconectades, cosa que permet a Tamogi passar d’un món a l’altre. Pel que es va dir en la tertúlia, Dick creu en l’existència d’aquests móns laterals, que inclòs ha tingut contacte amb ells. Aquí, “el común de los mortales” no ha experimentat eixes sensacions. Si ha sentit moltes emocions i desitjat altres escenaris, però no deixa de ser un desig.