sábado, 27 de junio de 2009

Lovecraft revisitado




La sensación de que Howard Phillips Lovecraft no fue justamente tratado en la última edición de la tertulia no deja de atormentarme. Incluso me imagino a Chtulhu revolviéndose en su tumba de la ciudad sumergida de Ry'leh. También es cierto que no se juzgó (quizás el empleo del verbo juzgar sea excesivo, mejor valorar o tratar) la totalidad de la obra del escritor de Providence, sino una de sus novelas cortas, en concreto En las montañas de la locura.

Lovecraft bebe de dos fuentes principales, cosa que no quiere decir que no las amplíe o les dé su toque personal, como así es. Me refiero a dos escritores esenciales en la literatura gótica del siglo XIX: Machen i Poe. De Poe saca esa fascinación macabra por las tumbas i los cementerios y de Machen la atracción por lugares sagrados, aracaicos y llenos de vida propia donde los antiguos dioses todavía campan a sus anchas, seres malignos que no dudan en perturbar y socavar las almas humanas. Por contra, mientras Machen habla de dioses paganos de origen celta o incluso romano y pobla los bosques de faunos y de duendes, Lovecraft crea su propia mitología trayendo del espacio exterior, desde los abismos del tiempo y del espacio, seres indescriptibles que poblaron la Tierra hace eones y que crearon a los seres humanos como una especie de subproducto de sus investigaciones genéticas en busca de los esclavos perfectos.

Lovecraft no escribe solamente sobre ese terror cósmico que intenta infundir en la mente de los pobres humanos, capaces de enloquecer ante el más mínimo atisbo de la verdad sobre su origen y su destino. Obsesionado por la degeneración de la raza mezcla a algunos de sus atribulados personajes con una especie de monos provenientes del corazón de África (Arthur Jermyn) o con anfibios habitantes de las profundidades marinas (La sombra sobre Insmouth). Es el protagonista de turno el que investiga en su pasado hasta encontrar las ramas de la familia degeneradas y acaba por darse cuenta de que su sangre también está contaminada. Presumiblemente esta fijación por la pureza (que ha llevado a alguno de sus críticos a calificarlo de racista) viene de su idea de que la independencia de los Estados Unidos no debería haberse producido y a él le gustaba seguir considerándose británico, descendiente de los primeros pobladores europeos de Nueva Inglaterra que intentaron imponer a la tierra sus costumbres acallando los espíritus ancestrales que allí pudieron habitar miles de años atrás.

Por lo que respecta en concreto a En las montañas de la locura, reconozco que la relectura quince años después me ha mostrado unos defectos que antes no había notado, apagados por ese sentido de la maravilla que me impregnó en su momento. Razas extraterrestres poderosas y antiguas, una ciudad maravillosa enterrada en el hielo, misteriosos y sangrientos crímenes, seres degenerados hasta límites insospechados, creaciones de pesadilla que resultaban imposibles de describir... De todo esto sigue habiendo en la novela de Lovecraft, pero aderezados con disparates científicos de primer orden (la forma que tiene de contar por millones y millones de años se me hace un tanto confusa a la hora de datar los acontecimientos, la imposibilidad de la permanencia de la ciudad todavía después de tanto cambio geológico, la forma en la que los protagonistas interpretan los frisos de forma tan sencilla, la forma en la que reviven los Antiguos congelados después de cientos de millones de años...). También se le puede reprochar a Lovecraft que no haya anticipado ningún avance tecnológico para esa extraordinaria civilización que prácticamente no utilizaba aparatos manufacturados (incluso viajaban por la inmensidad del espacio gracias a sus alas) a excepción de la mencionada calefacción; incluso grababan su historia en las paredes (que por cierto mostraban la degeneración conforme avanzaba el tiempo de los Antiguos, reflejada en su forma de esculpir). En parte éste es el motivo por el que no considero a Lovecraft un escritor de ciencia ficción, por su incapacidad para dotar a sus culturas galácticas de algún tipo de tecnología plausible. No le interesa eso, ni mucho menos, solamente le preocupa la forma en la que su narración afecte a la psique del lector, intentando despertar miedos ancestrales y ocultos dentro de la mente humana desde que un desconocido hombre de la edad de piedra contase el primer cuento de terror en una oscura noche con toda la tribu reunidad alrededor de una fogata. Para ello se basa en un estilo recargado y repetitivo que ahora en los albores del siglo XXI resulta cansado y un tanto desfasado.

Mencionar por último que En las montañas de la locura es un homenaje explícito a la novela de Edgar Allan Poe (por cierto su única obra más o menos larga) Narración de Arthur Gordon Pym, cuyo final transcurre en la Antártida y los protagonistas vislumbran un extraño ente blanco que aparece entre la bruma producida por un gigantesca cascada, al que Lovecraft relaciona con un Soggoth, esos esclavos protoplasmáticos creados como herramientas de trabajo capaces de adaptarse a cualquier tarea exigida cambiando de forma. Como curiosidad decir que el escritor francés Jules Verne también escribió una secuela de la novela de Poe titulada La esfinge de los hielos.

Como conclusión final decir que yo sigo reinvidicando a Lovecraft como un escritor válido (a pesar de sus fallos mucho de ellos fruto del paso del tiempo de su obra) al que pienso seguir leyendo. Valga como prueba de su importancia le legión de seguidores que ha dejado en todo el mundo, muchos de ellos escritores que lo han homenajeado en alguna obra basándose en la imaginaria mitología de H. P. Lovecraft. Además se nota la influencia del escritor de Nueva Inglaterra no sólo en las letras sino también, y con gran fuerza, en el celuloide, donde los filmes inspirados en su obra son centenares (y posiblemente no exagero). Valgan aquí algunos ejemplos:

La cosa, John Carpenter (1982)
Re-animator, Stuart Gordon (1985)
Posesión infernal, Sam Raimi (1982)
En la boca del miedo, John Carpenter (1995)
Alien vs Predator (2004)
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Javi Bataller

2 comentarios:

  1. Por si no os habéis dado cuenta, la foto de la derecha representa un Soggoth.

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  2. He dicho que no tengo demasiada afición por el género de terror pero reconozco mi estado de satisfacción en todas las ocasiones en las que me he aproximado a Machen, incluso tengo cierta debilidad por el que, se dice, está considerado como el mejor de los seguidores de Poe, Ambrose Bierce. Es verdad que Lovecraft tiene a Poe como referente, sin embargo no solo hay un Poe macabro, ahí está esa delicia que es “El escarabajo de oro” para demostrarlo.

    Me gustaría saber la consideración que tenía Lovecraft entre sus muy patriotas vecinos. Un nostálgico de la dominación inglesa no podía ser sino un loco marginal o alguien con la suficiente autoridad y fuerza como para mantener a raya a sus plebeyos vecinos. El aspecto de Lovecrat no parece sugerir esta segunda opción.

    Un día de estos tendré que leer “La esfinge de los hielos”. Sí, ya sé que es poca cosa pero un tipo capaz de soltarse una genialidad como “Viaje al centro de la tierra” tendrá siempre mi eterno agradecimiento y la seguridad de que seré condescendiente con sus relatos menos inspirados.

    Acabo de leer, al menos aparece como proyecto a punto de iniciarse, que Guillermo del Toro piensa adaptar para el cine “En las montañas de la locura”. Guillermo del Toro tiene un talento fuera de toda duda, seguro que no decepciona.

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