viernes, 9 de abril de 2010

La carretera: En busca de los buenos




Por lo visto, el final de la historia que con tanto entusiasmo pregonaron los publicistas del mundo libre, no nos ha traído la tranquilidad de ánimo suficiente como para dejar de temer que el cielo caiga sobre nuestras cabezas. Ahora es la amenaza de una catástrofe ecológica la que pende sobre nosotros, además de minucias como el fundamentalismo islámico o esos malditos chinos que están cada vez más dispuestos a comerse el mundo (es broma, me gusta la comida china y soy gran admirador de Lucy Liu). Pero sí, la amenaza más acuciante procede de un planeta, el nuestro, que parece rebelarse contra todo el mal que la humanidad inconsciente le ha provocado. A pesar de todo podemos darnos por satisfechos, años atrás el miedo aún era mayor, y llegó a ser obsesionante la proximidad de un conflicto nuclear que acabara con todo signo de civilización.

Los estudios de Hollywood, y he de reconocer que mi conocimiento de la ciencia ficción procede más del cine que de la literatura, supieron aprovechar esta especie de psicosis colectiva y ofrecieron mucha serie B bastante lamentable, pero también obras maestras en forma de alegorías sobre el miedo a lo desconocido. La novela de McCarthy puede encontrar aquí sus raíces, aunque es evidente que está más directamente relacionada con esa corriente de los años ochenta, al estilo Mad Max, que buscaba retratar la situación tras la guerra nuclear.

De todas formas la lucha por la supervivencia es un tema repetido con insistencia, y no solo en la ciencia ficción, ¿cuántas veces hemos asistido en novelas o películas a personajes con la vida pendiente de un hilo mentras mantienen una guerra interminable contra su entorno? Hace poco volví a ver “Las aventuras de Jeremías Johnson”, un western algo atípico, pero no deja de ser el mismo tema, el superviviente en un entorno hostil. La variante más habitual en la ciencia ficción es la que encontramos en la novela de McCarthy, el superviviente intenta el retorno a la civilización, o reconstruirla, después del desastre. El héroe inicia un camino pleno de obstáculos hacia un lugar mejor, hacia donde la sociedad pueda renacer. Para ello ha de atravesar las ruinas de la civilización destruida, ha de soportar la agresión constante de los que no han sido extinguidos y que practican el más descarnado darwinismo social. Un solo objetivo le guía, encontrar a otros supervivientes, los buenos, con los que pueda encarar un futuro mejor.

Bueno, más o menos esto es “La carretera”, no inventa nada McCarthy y, sin embargo tienen una emoción especial los diálogos lacónicos entre el padre y el hijo, huyendo de los malos y del frío, atravesando un mundo en ruinas. A McCarthy no le interesa explicar lo que ha ocurrido ni por qué, lo único que sabemos es que el mundo está devastado y que solo queda asumir el horror o poner fin a una existencia sin sentido. Esta es la opción de la madre, ya no queda nada por lo que vivir, ni siquiera el hijo para el que no hay futuro, mejor evitar el sufrimiento que a nada conduce. Pero hay otra opción, la del padre: se puede resistir, emprender el camino hacia parajes menos fríos y más acogedores, donde tal vez estén los buenos que ofrezcan esperanza para el muchacho. En un mundo en el que los malvados han impuesto su ley, en el que Dios definitivamente ha muerto, la única esperanza a la que uno puede aferrarse es que al final del camino haya todavía gente que no ha perdido todo rastro de humanidad. Allí donde todo es degradación y miseria el pequeño Nazarín estaba irremediablemente perdido.

1 comentario:

  1. Este comentario lo ha escrito Juan y les puedo asegurar que los que aparecen en las fotos son personas reales.

    ResponderEliminar