domingo, 4 de mayo de 2014

"Jornada de un escrutador", de Italo Calvino: Un inmenso cottolengo.

Dicen que en la Italia de los años cincuenta, cuando el posible sorpasso comunista amenazaba la hegemonía de la derecha, desde los púlpitos se inició una campaña que, “sin querer condicionar el voto”, pedía a los feligreses que apoyasen “a un partido que fuera demócrata y cristiano”. Ignoro si el hecho es cierto tal y como relato -la anécdota procede de la película “Divorcio a la italiana”-, el caso es que la Democracia Cristiana contó con el incondicional apoyo de la Iglesia, que movilizó todos los medios a su alcance incluida la manipulación rastrera de los deficientes y paralíticos que acogía en sus cottolengos.
 
A una jornada electoral en un colegio ubicado en una de estas instituciones benéficas dedica Calvino esta breve obra -relato, ensayo, denuncia o reflexión personal, que de todo ello tiene un poco-. El espectáculo lamentable de curas y hermanitas de la caridad condicionando el voto de unos pobres desgraciados es observado por el escrutador comunista -alter ego de Calvino- con indignación, pero también con la creciente sospecha de que todo el sistema democrático burgués es un absurdo y una farsa, un enorme cottolengo en el que todos somos deficientes.
Esa deficiencia procede de la incapacidad de la voluntad popular para ser realmente efectiva, ha sido desvirtuada por agentes que se nos escapan y que deciden el resultado final de nuestros destinos. Calvino consideró que ante un problema que afectaba de manera tan directa a la calidad democrática era preciso recuperar la literatura social apegada a la realidad, mucho más eficaz que sus anteriores fabulaciones para analizar críticamente la situación histórica de Italia.
La rabia de Calvino ante situaciones tan absurdas e injustas como las que presenció en sus días de mayor compromiso político pudieron incitarle, en sus propias palabras, a realizar un violento panfleto contra la Democracia Cristiana. Sin embargo no elaborará una simple denuncia, el desfile de enfermos mentales y disminuidos arrastrados a las urnas suscita en el escrutador reflexiones que cuestionan la política, la religión, las condiciones de la Italia del momento, pero también la ideología del protagonista, en paralelo al alejamiento del PCI que el propio Calvino había experimentado poco antes.
El desprecio y la crítica se centran en los representantes de la Iglesia, que han hecho dejación de la caridad cristiana para salvaguardar sus propios privilegios. También en el propio escrutador, que tendrá que superar la inquietante sensación de superioridad sobre los desvalidos obligados a votar, la sensación de que no son ciudadanos que deban tener los mismos derechos que un hombre capaz y en la plena posesión de sus facultades. Superar esta sensación supondrá asumir la lucha frontal contra la manipulación de la ciudadanía por parte del poder, asumir también que los cambios no se producen esperando pasivamente que se pudra el sistema sino con la lucha individual y diaria en todos los ámbitos. Y es allí donde anida la miseria y la sumisión, donde habitan los más débiles y deprimidos, el lugar desde el que se debe iniciar el combate.
 

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