domingo, 28 de diciembre de 2008

El tío vivo


Gracias a los comentarios de Juan y Manuel tenemos una visión del volumen de cuentos de Sillitoe bastante amplia y completa. Pero yo voy a concretar un poco más y a basar mis argumentos en torno a un núcleo central distinto del que postula Manuel. La base de mi artículo no va a ser El cuadro de la lancha pesquera (tierno y desesperanzador a la vez), sino El tío vivo.
El pilluelo que recorre la feria con su primo se me antojó desde el principio una versión más joven de El corredor de fondo, que recorre las calles de Nottingham con su amigo en busca de una ventana abierta que les condujese al dinero. En cambio en el segundo cuento de la antología, la meta es un poco de diversión. Algo tan simple como dar unas vueltas en El arca de Noé. Habiendo gastado ya el poco dinero que tenían la alternativa era bastante obvia: colarse, dar la vuelta por "las bravas"; es decir, salir del sistema ordenado impuesto por la sociedad. Aquí vuelvo a acordarme de La soledad del corredor de fondo, cuyo protagonista también viola las reglas imperantes y mantiene su pretendida honestidad a pesar de todas las presiones. Es entonces cuando los dos relatos se vuelven antitéticos. Mientras que el corredor transgrede las normas y es castigado por eso, no se le borra en ningún momento la sonrisa de la cara (al menos yo así lo imagino) mientras saca cubos y cubos de mierda de las letrinas, porque pese a todo a su manera a triunfado. En cambio el protagonista del tío vivo es expulsado de la atracción después de ser perseguido, pero al fin y al cabo no es el guarda el que lo echa a patadas sino la propia fuerza centrípetra (¿o es la centrífuga?) contra la que nada se puede hacer. El sistema social se autoregula desechando a todos aquellos que no siguen las normas. No hay para él ni siquiera posibilidad de enmienda. Dolorido y resentido tiene que abandonar la feria. No hay para él satisfacción en la derrota como en La soledad del corredor de fondo.
En cuento al resto de los cuentos hay que darles a todos su justo valor. Ya he comentado en otras ocasiones la profunda impresión que me causó El partido, cuando un resultado futbolístico es capaz de convertir a una persona en un monstruo violento. Yo mismo cambio de humor cuando pierde mi equipo, pero ese simple hecho de perder un partido tan sólo es un detonante, debe haber una base violenta y malsana como para reaccionar así, o simplemente estar
muy desesperado (cansancio, trabajo precario, enfermedad). Tío Ernest es pura ternura, pues yo estoy convencido de que en ningún momento actuó de mala fe con las niñas. El cuadro de la lancha pesquera es tan humano, tan creíble, tan posible, tan desesperanzadamente tierno que no hace otra cosa que conmover. El último relato, Frankie Buller, reúne todos los ingredientes para llegar al corazón: esa admiración que de niño sientes por esas personas que te parecen dioses, hasta que el tiempo pone a todos en su sitio y sin darte cuenta superas a tus propios ídolos.
Debo decir por último, que no me arrepiento de esas casi doscientas páginas en las que viví en los suburbios de Nottingham rodeado de fábricas y de gente variopinta con todas las maravillas y miserias de las que son capaces las personas.
Por cierto, hablando de portadas curiosas de La soledad del corredor de fondo, he puesto mi contribución al principio de la entrada.

Javier Bataller

martes, 23 de diciembre de 2008

Picaresca y existencialismo en "El corredor de fondo"




Cuando propuse la obra de Sillitoe para ser comentada es evidente que tenía en la cabeza el primero de los relatos. Consideré no solo su calidad artística sino las vías de debate que se podían abrir en torno a un tema como la rebeldía juvenil, el proceso de socialización, o más bien alienación, el peso de una mentalidad dominante y opresiva, incluso el concepto de honestidad que, como se pudo observar en la tertulia, se contemplaba desde muy diferentes puntos de vista.

Esto no significa que desprecie el resto de relatos, muy al contrario, pero considero que el que da título al libro marca las líneas maestras de un grupo de intelectuales y artistas que alzaron airadamente su voz contra una sociedad frustrante e injusta. En la rebeldía del corredor de fondo se adivina ya el desafío de los sesenta contra los viejos modelos de autoridad. Aunque sé que algunos tertulianos no estaban de acuerdo, tengo el convencimiento de que en esos años los jóvenes empezaron a tomar conciencia de su capacidad como agente transformador y crítico para lograr una sociedad más justa. Eso es en realidad lo que representa el mayo francés, no la protesta caprichosa de unos privilegiados.

La perspectiva desde la que pretendía aproximar la narración al mundo de la picaresca no se basa en conceptos tan generales como los que plantea Manuel. Ni siquiera el hecho de que Sillitoe hubiera estudiado la picaresca me habría inducido a establecer el paralelismo de no ser por una convicción más profunda. Cuando hablaba de la picaresca más combativa estaba haciendo referencia a aquella clasificación que Alan Francis (“Picaresca, decadencia, historia”) establecía entre novelistas acomodaticios y problemáticos. Los llamados problemáticos, los que verdaderamente están en el origen de la novela moderna, son aquellos que no aceptan sin más los valores vigentes de la época, son los que cuestionan la realidad y ponen en duda los estereotipos, los que atacan los símbolos e instituciones más sólidamente establecidos por la mentalidad hegemónica. El anónimo autor del Lazarillo no estaba al servicio de quienes hacen la historia sino de quienes la sufren, los mismos personajes desarraigados y marginales que luchan por salir de la miseria y que pueblan el universo de Sillitoe.

Manuel habla de un atisbo de esperanza frente a una existencia miserable, ahí tal vez se encuentre la razón última de lo que vengo defendiendo. ¿No es un tema básico en la novela moderna la búsqueda de valores auténticos en un mundo degradado? Es evidente que hubo un problema en la tertulia de desafinidades electivas pero en ningún caso pretendí defender una obra de tesis. Cuando una novela nos interesa es porque nos conmueve, porque sientes que se está hablando de algo que te concierne al plantear preguntas e incertidumbres que se asemejan a las de cada uno.

La literatura existencialista, que Manuel nombra acertadamente, se fundamenta en decisiones que determinan el tipo de persona que queremos ser. Tomar decisiones es una forma de dar sentido a una existencia que se sabe absurda, tan absurda como la de los protagonistas del relato de la barca de pesca. Me recordaban aquel hermoso poema de Yeats: “los años por venir sin objeto ni aliento, sin objeto ni aliento los años que quedaron”. Pero el joven delincuente del Borstal realiza un acto con el que se opone al curso de la historia, un acto con el que se rebela contra el determinismo, rompe con lo que se espera de él y alcanza un grado de dignidad extraordinaria. Aunque con ese acto malogre parte de su existencia.

En “La tarea del héroe” escribe Savater que un héroe es quién logra ejemplificar con su acción la virtud como fuerza y excelencia. Siendo fiel a sí mismo, con su pequeño acto de resistencia, el corredor evita ser destruido y asimilado. Sus compañeros tomaron nota y me gusta pensar que quienes leen su historia también.

Juan


lunes, 22 de diciembre de 2008

Sobre El cuadro de la lancha pesquera

Entiendo la fascinación de Juan por el libro de Sillitoe, aunque discrepo ante la especial atención que mostró, tanto durante la tertulia como en su comentario del blog, por el primero de los relatos. De hecho, me parece injusto que el resto de los relatos fueran valorados secundariamente y que a la sazón nuestra charla en torno al libro se limitase casi exclusivamente a la heroica rebeldia del corredor.

Para mí, esta obra se construye a partir de una serie de constataciones sobre las miserias cotidianas. Su fuerza emotiva, su efecto turbador en la conciencia se basa en la confirmación, por parte del lector, de que esas "historias mínimas" se constituyen parte esencial de nuestra naturaleza.

¿Cuáles son los temas, más allá des aspecto puramente social o socio - histórico?

Los habituales en gran parte de la literatura del siglo XX. En "El tío Ernest", la soledad de un malhumorado tapicero provoca actos de generosidad que su entorno no acaba de entender sino como los móviles de un degenerado. En "El señor Raynor, maestro de escuela", aparecen la insatisfacción y el tedio. En los relatos sobre el enmadrado Jim Scarfedale y el crecidito y belicoso Frankie Buller topamos con dos ejemplos de fracaso: naufragios sentimental y moral en uno y tierna desmitificación en otro.

La presencia de estos motivos (soledad, insatisfacción, tedio, fracaso...) a lo largo de los distintos cuentos determina el estilo de Sillitoe: su recreación en las miserias, su particular iluminación de nuestras flaquezas y penurias.

Sin duda, el contexto socio - histórico contribuye a machacar y doblegar moralmente a sus personajes, que se ven obligados a enfrentarse a sus limitaciones. Así, "El tío vivo" (como nos hizo ver Javier) puede leerse en clave simbólica e interpretarse como la exclusión de los marginados; en "El partido de fútbol" se relata un espisodio de brutalidad gratuita; y en elcuento sobre el suicida y su pequeño ayudante Sillitoe ironiza sobre la imposibilidad de disponer de nuestra propia vida.

Considerando todo esto, la obra muestra un panorama desolador, angustioso, moralmente insidioso incluso.

Salvo por el relato inicial, "La soledead...", que sí es una narración marcadamente social, combativa. Es todo lo que Juan nos ha explicado, pero, a la vez, es más. La rebeldía, el orgullo y el pundonor del individuo ante la "sociedad alienante" constituyen ese atisbo de esperanza en un mundo miserable descrito por extenso en cada cuento de la antología.

Cierto que la narración autobiográfica, retrospectiva y crítica del joven corredor recuerda la picaresca, pero, desde una perspectiva amplia, toda novela "realista" narrada en primera persona debería considerarse heredera de la picaresca.

En mi opinión, además de la victoriosa derrota, son la reconstrucción de los recuerdos, el esfuerzo físico en soledad que propicia la reflexión o la descripción de las sensaciones del corredor durante sus carreras en las frías mañanas de la campiña lo que aporta el toque de originalidad al relato. y si quisiéramos buscar una referencia literaria, deberíamos encontrarla en la ascética religiosa: esfuerzo, superación, perfeccionamiento... Aunque este parangón entra ya dentro del mero disparate.

Por último, (y para abreviar) los cuentos de Sillitoe podrían adscribirse a la literatura existencialista de posguerra. No son únicamente combativos o "sociales", sino que intentan también (como toda buena literatura) explorar la condición humana. La crítica de un mundo imperfecto no se basa tan solo en el cuestionamiento de un modelo social, sino en el análisis moral de la naturaleza humana. Por lo que nuestro autor no duda en evidenciar las desviaciones morales (Jim Scarfadale), los pecados menores (el maestro), el flirteo con la ilegalidad... a la vez que magnifica actitudes nobles en personajes extraídos de la lumpe, de la marginalidad (La soledad...)

"El cuadro de la lancha pesquera", cuento que no había mencionado hasta el momento, constituye el núcleo temático del libro (o, al menos, como me ha sobrecogido, es es lo que quiero pensar). Mediante la progresiva degradación y el tristísimo reencuentro de una pareja, Sillitoe nos muestra el espejo y nos habla de lo que somos o podríamos ser. Describe, de nuevo, la miseria humana, el consuelo casi animal entre dos personajes abúlicos, los remordimientos por la insolidaridad, y, en esencia, la soledad del individuo.

Admitamos que Sillitoe fue un "angry man", pero concedamos igualmente que sus escritos trascienden los determinismos sociales y contribuyen a erigir la épica cotidiana de la mísera existencia del ser humano a lo largo de la historia.

Manuel López


Alan Sillitoe, autor de los relatos

viernes, 19 de diciembre de 2008

NOTICIAS 19/12/2008

[11:45] Localizados dos ejemplares de El hombre en el castillo en la FNAC de Valencia. La disponibilidad de la obra está más que confirmada. Así que querido contertuliano ya no tienes excusa para no adquirir el libro. ¡Estas Navidades pide de regalo el libro de la próxima tertulia!

[11:40] Javier Bataller propone la elección de La Tertulia del Año". Teniendo en cuenta el malestar generado por algunas de las puntuaciones obtenidas por alguno libros, más concretamente La soledad del corredor de fondo y Confesiones de una máscara, la idea de Javier Bataller consiste en votar a tres de los libros ya leídos con 3, 2 o 1 puntos según afinidad para así constatar numéricamente cuál es la mejor obra de la tertulia leída durante el 2008. Javier propone también votar a través de la opción Comentarios de esta entrada.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Sobre la incapacidad de los tertulianos

Me encuentro en la necesidad imperiosa de elevar una airada protesta por el dolor que me genera el contemplar, impotente, como una obra de arte es valorada por debajo de su valor real...

¡¡¡ Bellacos, malandrines, perillanes, rufianes participantes de la tertulia literaria !!!. ¿Como osáis poner a un libro de Mishima una nota inferior a notable? Me permito dudar, sin ninguna arbitrariedad por mi parte, de vuestra capacidad de criticar una obra de semejante calibre.

Me permitiría añadir el dicho, de sobra por todos conocido, que dice que "No esta hecha la miel para la boca del asno" pero, ante el temor de ofender a vuesas mercedes, me abstengo de ponerlo.

Nos vemos en la siguiente, que Philip Kindred Dick nos espera.
SALUDOS A TODOS.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

¡Ya no son últimas noticias!

[15/12/2008 23:35] Juan protesta por la nota obtenida por la novela La soledad del corredor de fondo, de Alan Sillitoe, en la sexta tertulia. Cito textualmente: "... la nota obtenida, un 6'5, es a todas luces injusta". Recordemos que Juan calificó la novela con un 9 y Juanfe con un 5, reflejo de la polémica establecida entre ellos durante el debate.

[12/12/2008 17:10] La primera tertulia de 2009 versará sobre la novela del escritor estadounidense Philip K. Dick, El hombre en el castillo. Con 12 votos totales, la citada novela batió a Corrección, de Thomas Bernhard con 9 puntos. El hombre en el castillo le valió a su autor su único premio Hugo. La novela está considerada como una de las mejores ucronías hasta ahora escritas.

Dos portadas de la novela:
a la izquierda la original en inglés ,
a la derecha la edición en castellano de la editorial Minotauro.


martes, 16 de diciembre de 2008

Juan Montesinos habla sobre La soledad del corredor de fondo, de Alan Sillitoe


Considero excelentes todos los relatos, algunos incluso son especialmente emocionantes, pero reivindico el que da título al libro como el mejor de todos. Refleja, con una solidez e intensidad poco común, el descontento de la juventud británica ante las fracasadas promesas de cambio social y la rabia contra una sociedad jerarquizada, puritana e hipócrita. Podría ser un precedente, relacionado con la nouvelle vague, de las inquietudes que estallarán en el mayo francés.

Una de las razones por las que me decanto por el primer relato es por la presencia de un narrador de enorme lucidez, capaz de descubrir los mecanismos de una sociedad alienante y combatirla con sus medios, grandes o escasos. En cierto modo recuerda la novela picaresca más combativa y, efectivamente, Sillitoe conocía tanto el “Guzmán” como el “Lazarillo”, ambos analizados como punto de partida para un ensayo del propio autor sobre la picaresca británica.

Con un lenguaje claro y directo, sin efectivismos, pero de cierta calidez, el protagonista describe el abismo social que le separa del orden establecido. Considero que es el estilo idóneo para expresar la indignación y la rabia de los jóvenes airados, los Angry men. Como dice el protagonista, están ellos y estamos nosotros y no hay posibilidad de entendimiento. Ante el poder solo cabe resistir, como hizo su padre por medio de la lucha sindical que le costó la vida, y como hará el corredor de fondo con un acto de suprema rebeldía para demostrar al director del correccional que no está dispuesto a someterse. La lección que sacamos es que el mundo se divide entre aquellos que son capaces de mantener su honestidad diciendo NO y los demás.

La soledad del corredor de fondo tiene una gran parte de los temas a los que me considero especialmente afín: la lucidez en la denuncia, la reivindicación de la dignidad y la honestidad, la rabia ante un mundo opresivo e injusto. Y todo ello tratado sin dogmatismo, buscando plantear preguntas más que ofrecer respuestas.