lunes, 22 de diciembre de 2008

Sobre El cuadro de la lancha pesquera

Entiendo la fascinación de Juan por el libro de Sillitoe, aunque discrepo ante la especial atención que mostró, tanto durante la tertulia como en su comentario del blog, por el primero de los relatos. De hecho, me parece injusto que el resto de los relatos fueran valorados secundariamente y que a la sazón nuestra charla en torno al libro se limitase casi exclusivamente a la heroica rebeldia del corredor.

Para mí, esta obra se construye a partir de una serie de constataciones sobre las miserias cotidianas. Su fuerza emotiva, su efecto turbador en la conciencia se basa en la confirmación, por parte del lector, de que esas "historias mínimas" se constituyen parte esencial de nuestra naturaleza.

¿Cuáles son los temas, más allá des aspecto puramente social o socio - histórico?

Los habituales en gran parte de la literatura del siglo XX. En "El tío Ernest", la soledad de un malhumorado tapicero provoca actos de generosidad que su entorno no acaba de entender sino como los móviles de un degenerado. En "El señor Raynor, maestro de escuela", aparecen la insatisfacción y el tedio. En los relatos sobre el enmadrado Jim Scarfedale y el crecidito y belicoso Frankie Buller topamos con dos ejemplos de fracaso: naufragios sentimental y moral en uno y tierna desmitificación en otro.

La presencia de estos motivos (soledad, insatisfacción, tedio, fracaso...) a lo largo de los distintos cuentos determina el estilo de Sillitoe: su recreación en las miserias, su particular iluminación de nuestras flaquezas y penurias.

Sin duda, el contexto socio - histórico contribuye a machacar y doblegar moralmente a sus personajes, que se ven obligados a enfrentarse a sus limitaciones. Así, "El tío vivo" (como nos hizo ver Javier) puede leerse en clave simbólica e interpretarse como la exclusión de los marginados; en "El partido de fútbol" se relata un espisodio de brutalidad gratuita; y en elcuento sobre el suicida y su pequeño ayudante Sillitoe ironiza sobre la imposibilidad de disponer de nuestra propia vida.

Considerando todo esto, la obra muestra un panorama desolador, angustioso, moralmente insidioso incluso.

Salvo por el relato inicial, "La soledead...", que sí es una narración marcadamente social, combativa. Es todo lo que Juan nos ha explicado, pero, a la vez, es más. La rebeldía, el orgullo y el pundonor del individuo ante la "sociedad alienante" constituyen ese atisbo de esperanza en un mundo miserable descrito por extenso en cada cuento de la antología.

Cierto que la narración autobiográfica, retrospectiva y crítica del joven corredor recuerda la picaresca, pero, desde una perspectiva amplia, toda novela "realista" narrada en primera persona debería considerarse heredera de la picaresca.

En mi opinión, además de la victoriosa derrota, son la reconstrucción de los recuerdos, el esfuerzo físico en soledad que propicia la reflexión o la descripción de las sensaciones del corredor durante sus carreras en las frías mañanas de la campiña lo que aporta el toque de originalidad al relato. y si quisiéramos buscar una referencia literaria, deberíamos encontrarla en la ascética religiosa: esfuerzo, superación, perfeccionamiento... Aunque este parangón entra ya dentro del mero disparate.

Por último, (y para abreviar) los cuentos de Sillitoe podrían adscribirse a la literatura existencialista de posguerra. No son únicamente combativos o "sociales", sino que intentan también (como toda buena literatura) explorar la condición humana. La crítica de un mundo imperfecto no se basa tan solo en el cuestionamiento de un modelo social, sino en el análisis moral de la naturaleza humana. Por lo que nuestro autor no duda en evidenciar las desviaciones morales (Jim Scarfadale), los pecados menores (el maestro), el flirteo con la ilegalidad... a la vez que magnifica actitudes nobles en personajes extraídos de la lumpe, de la marginalidad (La soledad...)

"El cuadro de la lancha pesquera", cuento que no había mencionado hasta el momento, constituye el núcleo temático del libro (o, al menos, como me ha sobrecogido, es es lo que quiero pensar). Mediante la progresiva degradación y el tristísimo reencuentro de una pareja, Sillitoe nos muestra el espejo y nos habla de lo que somos o podríamos ser. Describe, de nuevo, la miseria humana, el consuelo casi animal entre dos personajes abúlicos, los remordimientos por la insolidaridad, y, en esencia, la soledad del individuo.

Admitamos que Sillitoe fue un "angry man", pero concedamos igualmente que sus escritos trascienden los determinismos sociales y contribuyen a erigir la épica cotidiana de la mísera existencia del ser humano a lo largo de la historia.

Manuel López


Alan Sillitoe, autor de los relatos

3 comentarios:

  1. Aparte de que el análisis de los textos me parece excelente, creo que sí que se mencionaron el resto de cuentos, aunque sí que es verdad que "La soledad..." acaparó bastante tiempo. De hecho casi todos destacamos "Tío Ernest" por su ternura y Juan defendió el último cuento, el de Frankie Bueller, como su preferido. Yo destaqué "El tío vivo" y también "El partido de fútbol", relato que me pareció espeluznante y ejemplo clarísimo del llamado "terror cotidiano".
    Javi

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  2. Hay una errata en el primer comentario, pues fue Juanfe y no Juan el que destacó el último cuento del volumen.

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  3. Tu comentario solventa con creces la posición secundaria en la que yo había dejado el resto de relatos. Aprovechando algunas de tus sugerencias he elaborado una nueva entrada para tratar de complementar lo que ya había escrito anteriormente.

    En respuesta a lo que me preguntabas por correo te diré que sí, he visto “Pequeño gran hombre” y más de una vez. En realidad he ido cambiando mi consideración sobre la película conforme me iba aficionando al western. Es verdad que la estructura y la crítica desmitificadora a los valores más sólidamente establecidos de la sociedad americana le aproxima mucho a la picaresca. No había caído en ello porque pensaba en otros aspectos relacionados con la historia del cine del oeste: Me gusta mucho el western crepuscular, el de los héroes con fisura, el que reconsidera los valores y abandona ese aspecto luminoso e inocente del western originario. Pero “Pequeño gran hombre” más que crepuscular es revisionista, palabra que para los historiadores tiene una connotación bastante negativa. Reconozco que me sigue divirtiendo y que veo la película con agrado pero es demasiado caricaturesca y panfletaria, me da a mí que ha envejecido bastante peor que obras crepusculares como “Grupo salvaje” o “Río Conchos”. No sé, puestos a reconsiderar o incluso destruir los códigos del género, me siento más afín a las brutalidades del spaghetti western de Leone o Corbucci que a la vulgarización burlesca de “Pequeño gran hombre”.

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