viernes, 9 de octubre de 2009

El insobornable Pan-pan. En torno a Pantaleón y Vargas Llosa



Parece existir un cierto consenso, hablamos de gente mínimamente preocupada ante la triste condición del mundo globalizado, en que Vargas Llosa es un tipo mediocre como articulista, poco recomendable en su faceta política pero excelso novelista que posee la sabiduría que solo tienen los grandes de la literatura. Ocurre que la sensibilidad literaria de don Mario se transforma en torpe fanatismo liberaloide cuando abre la boca para farfullar que el pensamiento crítico contra el imperialismo es idiota, o que los sudamericanos harían bien en protestar menos y agradecer más los muchos beneficios obtenidos del gran amigo del Norte. Ya que sus medidas para arreglar el mundo se limitan a justificar descaradamente la represión de los poderosos, se agradecería que sus formas a la hora de fustigar rojos fueran estéticamente más interesantes. Pero no, es molesto e irritante sin la gracia de reaccionarios iluminados: no haría mal en refrescar sus lecturas de De Maistre o en buscar inspiración en las provocaciones de Cioran.

Un admirador de Borges, harto de las salidas de tono fachosas del genial argentino, le espetó en cierta ocasión: “Leeré todo lo que escriba, pero a usted no le aguanto un segundo más”. Algo así podría aplicarse a Vargas Llosa, consciente de que la vida de placeres mundanos de la que disfruta exige hacer dejación de la dignidad necesaria como para defender compromisos arriesgados.

Tal vez por eso, y a pesar de tratarse de una obra escrita en tiempos de veleidades progresistas, la insobornable dignidad de Pantaleón se nos presenta con un tono lúdico y de farsa, nada que ver con el coronel Dax de “Senderos de gloria”, representante de la lucha por la justicia frente a la corrupción moral y la deshumanización de los altos mandos militares. Desde luego los militares que dibuja Vargas Llosa son corruptos e inmorales y la novela puede calificarse sin problemas de antimilitarista, pero Pantaleón recuerda más a dinamiteros algo estúpidos como el “valiente soldado” Schweik que a personajes lúcidos y consecuentes como el Dax encarnado por Kirk Douglas.

También Pantaleón es un soldado modélico, fiel cumplidor de las órdenes e incapaz de afrontar la vida fuera del estamento militar. Entregado con entusiasmo obsesivo al cumplimiento de su deber, acabará socavando las bases de una institución presuntamente ejemplar pero que funciona, como todas las instituciones ejemplares, de manera hipócrita. El problema de Pantaleón es que no sabe parar, es un personaje irrelevante hasta que recibe una misión, entonces se llena de contenido para cumplirla, cualquiera que sea, con una capacidad sorprendente y una lógica irreprochable. Estoy tentado de decir que sufre el llamado síndrome de Aspergen, la capacidad innata para poner orden en el caos, sin ser consciente que esa capacidad en una sociedad con bases tan corruptas y caóticas le lleva a la irremediable derrota.

Y si el ejército se tambalea en cuanto se aplican normas que requieren una mínima lógica racional, Vargas Llosa muestra la religión, el episodio de los fieles del Hermano Francisco que circula en paralelo a toda la historia del eficacísimo prostíbulo ambulante montado por Pantaleón, como ejemplo máximo de la barbarie, auténtico opio del pueblo que hace dejación de su racionalidad para entregarse a emociones primarias y perniciosas. Ahora que me doy cuenta, y volviendo al principio, ¿en qué momento nuestro eterno aspirante al Nobel se cayó del caballo y abandonó Atenas para entregarse en los brazos de Roma?

Permítanme, para finalizar, una pequeña frivolidad refiriéndome a la película que sobre la obra que comentamos rodó Francisco Lombardi hace unos años. No está mal, tiene su gracia, elimina los aspectos más ásperos de la novela, incluyendo el asunto de la secta religiosa, para centrarse en la peculiar figura del protagonista y su relación con la prostituta conocida como “la brasileña”. A eso iba, a la brasileña (en la película “la colombiana”, seguro que han reparado en la fotografía que encabeza este comentario), la actriz Angie Cepeda, tan increíblemente hermosa en el film que uno puede entender que Pantaleón le rinda honores militares, presentando armas, cuando la bella es asesinada en una refriega.

3 comentarios:

  1. Poco tengo que añadir a esta entonada disección tanto de la obra como del autor. Nada más que estar de acuerdo con Juan con su análisis de la figura de Don Pantaleón Pantoja y dar un poco de énfasis al estilo de sorna satírica con el que está escrito la novela. Añadir si cabe lo acertado de la estructura de la novela, alternando cartas, informes (los del propio Pantaleón son impagables), emisiones radiofónicas, artículos periodísticos y diálogos simultáneos con frases intercambiables a los que, sin embargo, es fácil acostumbrarse.

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  2. Sí, la estructura de la novela es uno de los aciertos y, aunque haya dejado una pequeña puyita sobre el asunto, creo que Vargas Llosa tenía toda la razón a la hora de encarar su novela como una sátira, sin tomarse demasiado en serio el asunto. Curiosamente en la película ni Pantaleón es el tontito infantiloide ni la Brasileña es tan sueltecita y distante. Diría que hay más afecto por los protagonistas.

    Y hablando de otra cosa, que viene a ser lo mismo de lo que hablamos aquí habitualmente: ¿No tienes curiosidad por lo que podría salir de las abundantísimas notas de cada una de las lecturas de JuanFe, si se decidiera a ofrecérselas a la humanidad en forma de comentario? Me permito recordarle que tiene esta humilde tribuna a su entera disposición, para explayarse sin los límites marcados por nuestro simpático cervecero ofreciéndonos raudo la nota. ¿Es solo mi impresión, mi naturaleza generosa, o el nivel literario de nuestra tertulia virtual se ha elevado de manera sobresaliente cada vez que ha escrito Manuel?

    Hombre, matemáticos e historiadores hacemos lo que podemos pero no dejamos de ser advenedizos (con perdón para Javi, más ducho que yo en estas cosas como demuestran varios reconocimientos oficiales) en esto de los comentarios sobre literatura.

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  3. Juan, tu fina psicología te hace sabedor de que, elogiando el canto del cuervo, puede la rabosa conseguir el queso que al ave le cae del pico cuando pretende demostrar la armonía de su silbo.
    Entraré al trapo, no te preocupes. Nutriré nuestro (vuestro) blog, pero más adelante. Además, disculpa a los de mi condición y a mí mismo, a aquellos que, sin ser matemáticos ni historiadores, ni siquiera escritores, tienden más a observar que a producir.
    Venceré la pereza y dejaré de lado por un rato mis asuntos más cotidianos y baladíes para ponerme a escribir, como hará -sed pacientes- Juanfe.Por de pronto, vosotros dejáis el pabellón bien alto, despertando toda mi admiración de aficionado (Y esto último no es coña).

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