domingo, 19 de abril de 2009

El frío: la lucha entre el ego y el grupo


El frío, como cualquier obra autobiográfica es difícil de interpretar y de aislar del resto de la vida del autor, sobre todo El frío ya que se centra en un período muy concreto de la vida de Bernhard.
Hijo nacido fuera del matrimonio con un padre que nunca se hizo cargo de él y criado por una madre que nunca le perdonó los pecados del padre, a los dieciocho años Bernhard se encontró con la muerte de su abuelo (el único familiar del que habla con afecto) y la enfermedad terminal de su madre. Sin sentirse del todo integrado en esa familia (habla de sus hermanos, de parte de madre, sin citar nombres ni siquiera la cantidad de ellos y de su tutor sin ninguna malicia pero de forma totalmente aséptica, sin cariño) el joven Bernhard debe acudir a un sanatorio, Grafenhof, para enfermos de tuberculosis, muchos de ellos en fase terminal. Pero él ni siquiera está tan enfermo como la mayoría y es incapaz de llenar la botella de estupos sanguinolientos en pocas horas como los demás. Su ansia de aceptación llegará hasta el extremo de arriesgar sus pulmones todavía bastante sanos, en mi opinión, con tal de poder presentar las credenciales necesarias para sentirse integrado, es decir la ya mencionada botella llena. Sin embargo, el personaje va madurando poco a poco gracias a varios personajes que conoce allí mismo y de los que aprende y absorbe vivencias y también gracias a la música, su gran pasión. Después de su segundo ingreso en Grafenhof y socavada toda confianza en los médicos (no en vano su abuelo murió por negligencia médica y la enfermedad de su madre fue detectada muy tarde) prevaleció el ego, el yo individual, y decidió tomar sus propias decisiones y la primera de ellas fue curarse y no volver a Grafenhof. En medio de todo esto acontece la muerte de su madre de la que se entera por una reseña en el periódico, pues ni siquiera su tutor o sus hermanos son capaces de avisarlo. De esta forma se potencia todavía más su yo individual al sentirse ya libre de lazos afectivos y de la culpa heredada por la que su madre le castigaba casi inconscientemente.


Javi Bataller

2 comentarios:

  1. Siguiendo la última parte del comentario de Javier es cuestión sorprendente la distancia con la que habla de sus relaciones con la madre, como disculpando el trato profundamente injusto que le depara. En “Un niño” proporciona algunas claves sobre esta relación y me atrevería a decir que más que un trauma lo que genera en Bernhard es una curiosidad, carente de todo afecto eso sí, por la figura del padre.

    Desde que empezamos a comentar las primeras impresiones que nos causaba el libro, Javi y yo estuvimos de acuerdo en que ese desfile de tuberculosos del principio era una imagen tan poderosa como impactante. El hospital en el mundo al que tiene que adaptarse Bernhard como recién llegado, allí el enfermo es el integrado, por paradójico que parezca es el sano. Los que no acreditan su enfermedad son despreciados, incluso susceptibles de ser considerados asociales o peligrosos. Supongo que lo natural es que uno trate de integrarse en la sociedad que le ha tocado vivir, al menos hasta que te das cuenta que esa sociedad te anula o te está destruyendo como persona. La labor de out-sider no es fácil, sobre todo cuando es alguien que te está recordando constantemente que Austria vive en un permanente estado de decadencia, que no es capaz de liberarse de sus fantasmas nacionalsocialistas y que sus víctimas son tullidos agonizantes como el propio Bernhard. En España a la gente así la silenciamos, se me ocurren un par de ejemplos, quizá no tan radicales como el austriaco, pero tanto Goytisolo como Eduardo Subirats son dos críticos de nuestra cultura a los que nunca se verá como muy buenos ojos.

    He leído una frase de Bernhard que me parece da cuenta perfectamente de su poca confianza en el género humano, creo que es de “El sotano”: “Donde hay tres seres humanos, uno es siempre objeto de burlas y escarnios”. Yo diría que un ególatra no piensa en estas cosas.

    Juan

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  2. Reconozco la validez de la frase de Bernhard que citas al final, pero yo no pienso que sea un ególatra, el reforzamiento del yo es algo natural y una fase por la que creo que pasamos todos o casi todos los humanos. Simplificando un poco, los niños son egoístas, el adolescente se aferra a un grupo cuando su egoísmo disminuye, y el adulto recupera un yo reforzado y reformado que es la base de la personalidad ya adulta y completamente formada. Esta última fase es en la que entra Bernhard cons sus decisiones finales.

    Javi

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